-¿Willow, te vienes para Zubirir?
- ¡No! He quedado para ir por Marcalain con un amigo del trabajo.
-¿A sacaros los ojos supongo?
-Pues supones mal, quedamos para andar en bici, charlar y estar un rato a gusto.
Que a Miguel I de Marcalain le gusta el ciclismo no hay ninguna duda. En 1996 cogió su Opel corsa y con Ana se fueron a ver el maldito Tour de Francia que nos despertó del sueño Indurain. Sí, aquel ataque de Riis en plato grande subiendo Hautacam que nos destrozó a todos los Migueles allí, al de la carretera y al de la cuneta. ¡Qué pena más grande!
Para Miguel I de Marcalain, su visita al Tour es como para un PTV la procesión de San Fermín. No hay año que se lo pierda y si las cuentas no me fallan debe llevar más de veinte años seguidos. Primero con Ana, después con Ana y con Gorka y para acabar con Ana, Gorka y Naiara, la familia entera.
Aprovecha para ver el Tour y para sacarse quinientas fotos con la caravana publicitaria, con los corredores, las bicis, los coches, en todos los carteles de todos los “col” habidos y por haber en los pirineos. Yo creo que lo hace para darme envidia, cosa que consigue, por cierto.
Como todo gira en torno al ciclismo por aquí, diré que conocí a Miguel I de Marcalain en los años de Pantani, el Chava Jimenez y Olano, aquí en el periódico. Así que nos ha dado tiempo para ir compartiendo muchas cosas en el trabajo, momentos difíciles, otros buenos y hasta alguno memorable seguramente por la manía que tengo de probar la profundidad del río saltando de bomba al grito de ¡¡¡vamoooosss!!. Esto a Miguel I de Marcalain le da mucho juego.
Normalmente los viernes, aprovechando mi día de “no-descanso” solemos pedalear juntos. El recorrido ha variado a lo largo de los años, según he ido cambiando de casa. Ahora nos encontramos por la carretera del Valle de Ezcabarte y es donde viene el primer jaleo, ya que si lo veo por delante en la subida mando a freír churros mi día tranquilo y hasta que no lo pillo no paro.
¡Es que son muchos años con Miguel I de Marcalain!. Yo le conocí sin hijos y él a mí también sin hijos y con la clásica de los Lagos de “Hinault” como mayor proeza cicloturista, que por cierto, para mí lo fue.
Marcalain ha sido testigo de muchísimas charlas, casi siempre de vacaciones, de familia y muchísimo ciclismo. Visto ahora que estoy escribiendo esto, creo que el pobre Miguel I de Marcalain se ha tragado todas mis incertidumbres cada vez que intentaba una prueba mayor.
Creo que puedo multiplicar sus kilómetros anuales por cinco y aun así cuando tengo que ponerle un recorrido a unas series, a un entrenamiento, tiempo a una vuelta o a un puerto, siempre siempre le consulto a él.
Conoce todos los tiempos en todas las carreteras y hasta el viernes pasado me enseñó un puerto de dos kilómetros que no había pasado nunca.
Después de tantos años ahora por Marcalain se habla de la Race Across América y de la temporada de Gorka, su hijo, en el Cafenasa-Club Ciclista Villavés. La vida, no hay duda, que nos ha cambiado y creo que no la esperábamos así, pero en Marcalain, a lo largo de estos años, todo tiene sentido y además hoy por hoy es perfecta.
Miguel I de Marcalain, es Miguel Molinero, un gran tipo, no hay duda.
¡Por muchos años mas, compañero!
Willow.