“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

FIGUERAS PAMPLONA: EL ÉXITO DE UNA RUTA EN LLAMAS.

Desperté el lunes por la noche con un whatsapp de Oscar en el grupo del “Cafenasa 25”, convocando a la carrera del viernes en Urdiain.

Entonces recordé que mi vida cuatro días antes giraba sobre los cadetillos del Cafenasa, que había vuelto al club, que la Evau había terminado y que días antes Adur había llegado a Gandía, Miguel a Salou, y Eneko y yo a Isaba y vuelta. Casi nada y todo eso sin tocar el tema del trabajo, que me dejó sin vacaciones y sin ganas de reír, una vez más. La maldita suerte de la vida que te coloca en esa parte de los trabajos en los que recibes los ánimos y no los das y luego te vas de tu corazón a tus asuntos. “¡Mucho änimo!” “¡Poco a poco!” “¡Suerte!” “¡Desconecta cuando salgas!”, y suma y sigue.

El reto de los amigos del Club de Tenis me dejó vacío, aunque tampoco tengo claro si fue el reto o la aproximación a él, con el camino de Santiago y un no parar ni para tomar impulso de libro, de madrugada correr, por la mañana rodar, por la tarde carrera del Villavés y por la noche correr, ya sabéis. Y de esta forma llegamos a Figueras, con la luna a cuestas y agua al cuello, y 40 grados a la sombra.

Pero había que seguir la frenética inercia de la vida y allí, en Figueras, hice un “por la mañana correr” antes del inicio del reto, y como el reto salía a las 15.00, nos marcamos un “por la mañana rodar” hasta Empuriabrava y vuelta, para no perder el tiempo, y así llegamos al museo de Dalí para dar comienzo a una ruta incendiada por la ola de calor que nos llevaría hasta Pamplona pasando por Binéfar, para recoger a los compañeros que lo hacían en dos días.

Una primera parte en la que nos centramos en sobrevivir al calor extremo y el desnivel, en que pasaran las horas, en beber más que un día de San Fermín, y cuidarnos entre todos porque no quedaba otra que avanzar. Una primera parte preciosa de paisajes en la que la noche nos bajó la temperatura y levantó los ánimos, como en una tregua antes de la batalla final que se iba a convertir el domingo.

Binéfar, seis de la mañana, kilómetro 300, ya estábamos todos juntos, los diecisiete magníficos y sus cuatro amigos de guardia de apoyo, todavía más magníficos que los de las bicicletas. Abrazos de amistad y batallitas del camino, café con leche fría y poco más que añadir.

Por la mañana rodar, otra vez, y así, con un termómetro que iba subiendo sin piedad nos fuimos adentrando en nuestro Tourmalet particular en forma de desierto de Los Monegros. Agua y sed, ya sabéis, serio problema. Pero teníamos que avanzar, que pedalear para que la rueda no pare de girar, porque eso de alejarse del problema para ver la solución sigue siendo una patraña a la altura de la zona de confort, y estábamos en el lado de recibir los ánimos y no darlos, como en el trabajo.

“Viene resultando”, como dicen por Vidangoz, que entre Erla y Ejea de los Caballeros está el Castillo de Santía, un viejo torreon en parte derruido pero todavía en pie, tocado pero no hundido, y viene resultando también que en ese punto, Joaquín Unzue, la mejor persona de la historia y conocedor del terreno, quiso pararnos para pasar un buen rato por allí viendo el viejo torreón, los campos donde hace años cargaba las pacas de alfalfa previo a la tortilla con sus amigos de Sádaba, y para comprobar que las urgencias sanitarias de Aragón funcionan de maravilla. En apenas 40 minutos, Joaquín salió con la escápula rota hacia Zaragoza y nosotros con el alma hecha pedazos hacia Pamplona.

La vida avanza con el labio partido y otra vez no quedaba otra que seguir pedaleando, porque contábamos con un vehículo de apoyo para 16 cicloturistas rodando sobre el kilómetro 420 del reto en plena ola de calor en los Monegros. Como para pararse allí en ese secarral y analizar el problema, en fin.

Desde ese momento, nos centramos en avanzar, en cuidarnos entre todos y establecer una consecución de paradas que fueron como zarpazos que íbamos dando al recorrido que quedaba. Momento de ir centrados, de, ahora sí, darlo todo para llegar, de comprobar por primera vez en los cinco retos solidarios que llevamos, toda la dureza que se vende en la palabra “reto”, se  volvía contra nosotros para dejarnos en la delgada línea que separa la meta o el desastre.

Llegamos, pero con mucho esfuerzo, dejando un buen puñado de lágrimas al recordar la imagen del torreon del Castilo de Santía, que empañan en parte el éxito de un reto que vuela mucho más alto que nuestro pequeño último día, pero que nos debe dar las pistas por donde seguir en los siguientes.

Porque como bien insiste siempre Joaquín, el éxito de todo esto está en la parte social del reto, y sobre esa clave debemos girar nuestras bicicletas, alejados de la manida “épica” y de cualquier opción al desastre y saber hasta dónde podemos llegar sonriendo, la clave sobre la bici, ya seas cadete o máster 50, porque cualquier otra opción no debe tener cabida por aquí.

Children of Africa fue la ONG elegida por los del Tenis, con David Alday por ahí uniendo pedaladas y necesidades, con Iñigo, el nuevo súper presidente del Tenis que todo lo hace bien menos las fotos, que supo saborear la noche en la bicicleta y que, allá por Tafalla, me disparó un “a pesar de todo he sido feliz”, que me dejó temblando y me hizo volver a ver la cara azul de la fuga, aunque no evitó el novedoso “por la tarde sofá” en el que llevo instalado los últimos días.

Enhorabuena a los cicloturistas un año más por la ilusión y el compromiso con la parte social del reto, porque en este grupo lo primero que hacemos es aportar, y luego pedalear, porque tenemos claro, como Joaquín, donde está el éxito de la iniciativa y, a falta de un par de meses para cerrar la recaudación, casi está hecho, aunque nunca será lo suficiente para ésta y otras necesidades, seguro, pero para eso ya tenemos el 2026.

Ahora sí, podéis tomar distancia, relajaros, analizar fortalezas, debilidades, aprendizajes de todo esto y lo que os salga del arco del triunfo, eso sí, dadme muchos ánimos, que mi rueda no para de girar y esta tarde me voy con el Cafenasa a la carrera de Urdiain, dispuesto a navegar en la sonrisa de unos cadetes que van a volar por los aires el Torreón del Castillo de Santía para volver a escribir un “Por la mañana rodar”, y punto.

Willow
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