“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

ENTRE EL MALECÓN DE ZARAUTZ Y ARGELES GAZOST: EL SUEÑO DE IÑAKI LOPEZ.

Dicen por el Diario Vasco que andan a vueltas con el viejo Malecón de Zarautz, parece que quieren darle una mano de pintura y algún punto de sutura, y de paso subirlo un poco en la zona más próxima al puerto, donde el cantábrico se apunta también a correr sobre él en la pleamar de los septiembres de las mareas vivas.


Para mí, que soy fiel lector del Diario Vasco y que Zarautz con su malecón son el sitio de mi recreo desde hace mil años, deberían dejarlo igual, intacto, como la canción, tal y como está, mirando hacia el puerto y el ratón de Guetaría y hacia una infancia y posterior adolescencia eterna en sus calles, que por suerte, no termina de pasar.


Este fin de semana todo empezó en Zarautz, en nuestro malecón de referencia y con Miguel, nuestro adolescente en busca de un sueño. Y termino a pocos kilómetros de allí, en Mutriku, donde Miguel y otras primaveras se debatían entre el sueño y la realidad y la realidad es que Iñaki Lopez, el chico al que nunca ganaré un sprint ni disputándole 100 seguidos, decidió hacer de su sueño una realidad, y llevarse una carrera que ya es eterna, como el malecón.


Entre el sueño y la realidad, un temazo de Pau Donés que me explotó el otro día en mi Spotify ochentero, y unas rampas, las del Calvario, que rompieron en mil pedazos el pelotón de 160 corredores, y entre la realidad y el sueño, varios equipos de esos que llevan en bicis de repuesto el presupuesto anual de cualquier club de base, así que la carrera pintaba mal al principio, pero a la bicicleta no le da impulso la marca del maillot ni el cochazo que sigue a cada equipo, y en Mutriku, el impulso de Iñaki pudo con todo.


Y en la plaza de Mutriku otra vez un Vizcay levantando el trofeo de ganador sin querer tocar el cielo, como nos enseñó Adur el año pasado, celebrando un triunfo con todas las MAYÚSCULAS que puedan entrar en un podio, pero de una forma que es volver a ganar. Y abajo, en la misma plaza, un fotón con sus compañeros que celebra el éxito de un equipo que empieza la temporada como terminó el año pasado, ganando en la salida y celebrando todas las llegadas.


A Iñaki lo conocí en una rotonda de Argeles Gazost, previa etapa de un Tour de Francia. Fueron las vacaciones que Miguel ya me hizo apuntarlo al Villavés sí o sí y a nuestra vuelta nos fuimos a Murieta a por la primera carrera, que fue el primer abandono como era de esperar. Y en esa rotonda, estaba Iñaki con Maite, su madre, y con los Monreal y allí nos presentamos todos. Los padres rollo padres y los críos ni mirarse, rollo críos, lo que toca.


Son lugares que quedan en la parte chula de mi vida, como algunos puntos camino al Mediterraneo o a Santiago o ciertas time station de los años de hombre bala. Esa rotonda la he vuelto a pasar muchas veces camino del Tourmalet en las fugas de veinte horas de ida y vuelta desde Pamplona, y siempre la recuerdo como el comienzo de estos años buenísimos en los que Miguel ya cruza la meta, Iñaki la cruza levantando los brazos y el resto vamos temblando por las cunetas, entre lágrimas, fotones y pistachos.


Vuelvo al finde, perdón. Miguel y yo dejamos Mutriku y también Zarautz con su malecón, y mi carrera hasta Guetaria al amanecer sobre el peatonal al borde del mar, que siempre es un éxito. También dejamos una carrera de Cadetes en Mendaro, las horas antes de la mascletá de Mutriku, con Julen, Alex y nuestro incombustible Iagoba, estrenando temporada y equipación, al abrigo de Oscar Tarazona, eterno también como el malecón.


¡Bien Iñaki, bien!, Sigue así, no pares ni para tomar impulso, y a por más carreras imposibles y trofeos para dejarlos ahí, donde merecen, a mitad de camino entre tus compañeros y el cielo, al fin y al cabo… “¿Qué hay de malo en perseguir los sueños?”.


El tema de hoy lo tenemos claro “Realidad o sueño”, de Jarabe de palo, con un guitarreo acústico brutal, la voz rara, de Pau Donés que me encanta, con ese perfil sencillo, pero que cuenta una historia tremenda, como la de Iñaki, aunque a Urkaregui le habría gustado más dejar el sueño de Iñaki, en eso, un sueño.


Willow