Tranquilos todos que no pienso hacer una crónica semanal de las carreras del fin de semana, no tendría mucho sentido y menos interés, aunque viendo la deriva del blog en los últimos cuatro años, aquí ya puede pasar de todo, al loro. Porque hemos pasado de contar carreras de ultrafondo a conciertos de ya sabéis quién, de hablar del campeón Strasser y su equipazo de apoyo a nuestro Miguel y su Vizcay / Villavés, y de celebrar metas por Eslovenia a llorar de emoción en la cuesta de la iglesia de Villatuerta.
Y realmente no tengo claro si es una deriva o es el maldito paso del tiempo, pero lo que si es cierto es que lo sigo viviendo todo con la misma intensidad de siempre, y que en torno a una bicicleta y un adolescente, me estallan los ojos de emoción y me siento realmente vivo.
Así que me vais a permitir que comparta el desembarco de nuestros juveniles en el puerto de Zumaia, hacia la categoría Sub 23, el penúltimo escalón en la escalera del ciclismo, un exitazo total que voló a 46 kilómetros por hora de velocidad media, y que nuevamente la ilusión de nuestros Adur, Anai, Unai, William y demás jóvenes amigos, me impactó de lleno en mi pequeña mascletá de emociones que vivo cada vez que me acerco a una carrera. Y esta vez no estaba Miguel con su Canyon azul por ahí.
Una mañana llena de nervios y nuevas equipaciones, unas horas instaladas en un “más difícil todavía” por el que apostaron nuestras jóvenes primaveras al final de la temporada pasada y por lo que se han preparado con toda la ilusión del mundo durante estos meses, conscientes de que lo más probable era que ni siquiera vieran la cabeza del pelotón, como así fue, pero con la felicidad que da el final incierto.
Y una categoría que está contra las cuerdas, por el error de cerrar contratos profesionales a juveniles, pasando por encima de la segura y lógica evolución del chaval y mirando sólo el músculo del equipo profesional de turno. Por eso estoy a tope con Juanjo Oroz y su Finisher, peleando contra viento y marea fiel a unos principios que permiten crecer al posible corredor profesional, acercarse de una manera normal y hacerse mejor corredor antes de subir el último escalón.
Estoy a tope con el eterno Telcom, con Iñigo Leache y Otín, otro eterno también, con unas líneas bien definidas que son las que consiguen que en la salida de Zumaia participen 200 corredores, las que mantienen viva la categoría Sub 23 y permiten continuar a los críos después de Juveniles, un equipo que hace posible lo necesario.
Y el milagro del Latorre, como tituló Luis Guinea un reportaje en el periódico hace algunos años. Un equipo que da una vuelta de tuerca más en la parte más auténtica de la participación y la promoción del deporte y que es la canción de brazos abiertos que suena cada fin de semana por las carreteras. Lo oportunidad de seguir sonriendo vestida de blanco. Y además es el equipo de nuestro Anai y Adur, ya sabéis, por la mañana rodar, así que desde ya también es mi equipo.
Y en medio de toda esta gente, corredores y clubes, en busca de un sueño como Silvio Rodriguez, escuché a Alberto Contador esa misma noche, en Eurosport, explicar cómo había quitado su equipo Sub 23 Polti Kometa, porque no le salía rentable, y que se centraba en el Junior. Y pensé que con ese planteamiento de rentabilidad no habría calendario Sub 23 que correr ni equipos donde los chavales puedan seguir poniéndose un dorsal a partir de los 18 años. Y llegué a la conclusión que lo que realmente no es rentable es que Contador esté dentro del mundo del ciclismo, porque medir la rentabilidad de un equipo junior o sub 23 es reírse a la cara de toda la gente que trabaja cada fin de semana y durante años sin mirar nada más que la satisfacción de ayudar al crio de turno. Nada que no hicieron por él en sus años jóvenes, supongo.
Bajo el paraguas de dar oportunidades y la formación en valores, el pistolero de Pinto y algún otro, tienen equipos de Junior en el que sólo caben los triunfitos de 16 años, los mejores, con unos medios materiales a nivel de profesionales, en el que los valores se reducen a darles dos bicis de 12.000 euros por corredor y la oportunidad de firmar un doble salto mortal y sin red, en el que si sale bien será rentable, claro, y si no terminará en una cuneta por Meagas con 20 años, y a por otro. Y punto.
Equipos que desequilibran la competición allí donde participan y que se llevan por delante al 90 % del pelotón juvenil, con el pretexto de la tecnificación y de la búsqueda de futuros campeones. La búsqueda de la rentabilidad en la adolescencia. Terrible. Pobre del chaval rentable y suerte cada domingo para el que no lo es.
La lógica y lo que si renta, es que un equipo de desarrollo, de formación o de tecnificación, esté en el campo Sub-23, Por el bien del futuro profesional, del juvenil que vuela sobre la bici y del que no va tan rápido en la bicicleta.
Lo dejamos por aquí, cortico, un poco gris cuando ha salido Contador, perdón, sólo quería deciros que estoy muy contento con la carrera de Zumaia, con el paso al frente de nuestro jóvenes ciclistas, con los equipos y la gente que mantiene viva la categoría, los imprescindibles que luchan toda la vida como en el poema de Bertolt Brecht, y que logran que en Zumaia consigan desembarcar corredores y familias y el ultrafondista venido a menos celebrando todo como siempre, ¡a tope!.
Willow