El domingo me subí a la bicicleta y me lancé a por uno de los dos test que tenía de “cuando éramos ayer”, y ejercía de ”hombre bala”, que me gustaba más que aquello del “ultrafondista navarro”, título para la prensa y para nada más.
En aquella época de vuelos por la copa del mundo de ultrafondo, tenía dos recorridos para hacer el mes anterior al “impacto”, como le llamábamos a las pruebas, y así medir un poco la forma en la que estaba y empezar a pensar en la posición que podía ocupar en meta, que siempre era más alta que la que obtenía al final. En fin.
Os cuento.
Si pegaba viento norte me iba por Tafalla, Estella, Santa Cruz de Campezo y por el puerto de Azaceta llegaba a Vitoria, para volver con viento a favor haciendo un pequeño desvío por Jaunsaras y Ostiz.
Si el viento era sur, entraba por Sangüesa y Sos del Rey Católico haca Ejea de los Caballeros y la Bardena negra y de allí remontaba dando tumbos hasta Pamplona. Entre 270 y 300 kilómetros de un revolcón divino viendo la vida pasar.
Eran buenos tiempos para partir el mundo en dos, como dice Diego Vasallo, o por lo menos para pillar la cabra de Canyon o la Specialized, y poner a prueba todo lo que estaba entrenando con Eduard Barceló. A mí, además de las sensaciones y la potencia final, lo que me daba confianza era la velocidad media, para desesperación de Mikel Baraibar, que siempre ha dicho que ese dato no vale para nada, pero yo debo ser de un ciclismo anterior al suyo, bueno, debo ser no, soy.
Y en esos test llegaba por los pelos a los 35 kms/h de media, y entonces, para los históricos seguidores del blog, la vida era bella y por la noche había pizza/peli en casa. Y yo me quedaba tan roto como tranquilo de cara a las semanas previas y a la prueba. Deberes hechos que dice Zugasti.
La vida iba a toda leche, sobre la bicicleta y fuera de ella, doscientos millones de series con aquel potenciómetro horrible que nunca me devolvía un dato feliz. Los días de test se convertían en unas horas para mi Garmin y para mí y un buen puñado de geles de todo tipo. Como una mascletá en la que viajaba a todo lo que daba concentrado en llegar a casa a la mayor velocidad posible. Cada recta, cada subida, cada bajada era apretar un poco más, nunca lo suficiente y siempre más.
Eso era antes, ahora mi cabeza, como buen adolescente, a veces viaja a la par de la brújula de Jack Sparrow, y se mueve entre la razón y una inútil ilusión traicionera, y es entonces cuando se me cruza el cable, miro el viento, y me lanzó hacía uno de mis dos test como si no hubiera un mañana y en vez de Cambrils el mes que viene, me esperase el muelle de Annapolis en la costa este de Estados Unidos… y así lo hice el domingo pasado.
“Pero ya no era ayer, sino mañana”, como en la canción de Sabina “Donde habita el olvido”, y sin alejarme mucho de Pamplona, ya vi que no había rastro del hombre bala y que la brújula de Jack Sparrow me llevaba directo al café de Carcastillo y con suerte dibujar un recorrido de 300 kilómetros por la baja navarra y poco más.
Al final, mi dato de ciclista viejo se quedó en un 31,5 kms/h de media, que como dicen mis compañeros de grupeta del Ermitagaña, “para tu edad ni tan mal”, y volví tan contento por Erro, pensando por dónde estarían esos 3 kilómetros por hora que había perdido y si al llegar a casa sería capaz de salir a correr por la murallas. Ya veis, profundizando en las cosas importantes de la vida, porque para el resto ya están los días de labor.
Tranquilos que la vida avanza con el labio partido, pero avanza, y lo siguiente será un Cambrils para mí y después el vuelo del Tourmalet para la Piel de Mariposa con los del Tenis. Y en Julio pinta que pedalearemos para la Fundación Vicente Ferrer haciendo un Everesting para volver en Agosto a Santiago de Compostela, desde donde se ve el Desierto de Tabernas, en Almería, con su trail de 75 kilómetros sobre las Hoka.
Y si salimos del desierto con vida, cosa que lo dudo, daremos carpetazo a la temporada con Adrian, Miguel, Anai, Iker, un par de entrenadores y algún alma desalmada más del pelotón juvenil / sub 23 navarro camino de Salou, en un vuelo directo sobre nuestras bicicletas esta vez sin vatios, ni pulsaciones, ni geles de cafeína, nada. Sólo queremos la luna llena, el viento a favor, unos temazos de Mikel Erentxun y que en Flix tengan tortilla de patata y pan, que no está claro. El resto, la cándida adolescencia y la felicidad plena y que la brújula de Jack Sparrow haga el resto.
¡Qué follón Willow, qué follón!
Termino, para el temazo de hoy vamos con un éxito de Duncan Dhu que recuperó Mikel Erentxun para su disco Amigos de Guardia, que vuelve a correr conmigo por las murallas y que en esta versión me parece ahora mismo lo mejor del mundo.
"Después de todos estos años he pedido tiempo muerto para volver a leer el modo de empleo de la soledad"