El tipo es solidario a prueba de bombas, y buena persona, eso no es nada nuevo ni aquí, por este blog venido a menos ni por los doscientos millones de lugares, de familias, de situaciones, de entidades y de ciclistas que ha ido uniendo durante estos últimos años para consolidar una marca, KBC, que no es más que una ilusión que vuela de un lado a otro haciendo justo lo necesario.
Adolfo, mi ultrafondista solidario de referencia desde el 2019, es todo eso y mucho más. Es un buen amigo que me ha hecho conectar con otros amigos, allá por Córdoba, por Toledo, por Avila, por Almería, por Talavera y por aquí por Pamplona también, gente que estaba a la vuelta de la esquina, y que Adolfo me los ha puesto delante, para sentirlos detrás, apoyando, cuando vamos en bicicleta.
El último vuelo nos llevó de Barcelona a Madrid. Quizás haya sido el más especial de cuantos he emprendido con Fito, porque he podido compartirlo con dos grandes amigos, Juli y Juan. Porque el mundo Phelan Mcdermid volvía a abanderar esta fuga, como lo hizo hace ya 4 años en aquel primer reto que acompañe a Adolfo de Pamplona a Madrid.
La capacidad de superarse en cada de Reto de Adolfo es infinita y los más de 19.000 euros que consiguió a través de sus empresas con alma lo abalan. No había más que echar un vistazo a la rotulación de la furgoneta de apoyo, llena de logos de amigos de guardia que no quisieron perderse la fuga. El reto conseguido antes de empezar, marca de la casa KBC, porque lo de la bici, como dice Adolfo, es secundario y para cuando se monta en ella el reto está hecho, lo que queda es disfrutar, y nada más.
Adolfo salió de Barcelona feliz con lo conseguido para Phelan, pero también con un desgaste importante. Además de ser buena gente, solidario y desprendido, el bueno de Fito también tiene un trabajo, una familia y una vida, y llegar a todo sin fallar a nada y con los resultados tan impresionantes como los que consigue, hizo que se presentara a la salida de Barcelona como si llevara ya 300 kilometros en bici.
KBC crece cada vez más, y tenemos que darle entre todos una vuelta a la forma de afrontar los retos, quizás ya no vale con quitarle el viento sobre la bicicleta, igual tenemos que empujar cada proyecto desde meses antes para que la fiesta final el día del reto, también sea una fiesta para él, porque es la mejor forma de cerrar el círculo del evento, la que tiene más sentido, la más azul.
La ruta resultó una gran fiesta, la costa Dorada hasta Vandellós no defrauda nunca, hacía menos de dos semanas que había llegado allí en bicicleta con Adrián y es inevitable no volver a pensar en los septiembres más chulos de mi vida, imposible. Esta vez el cartel elegido para las fotos fue el de Cambrils, con Juli en su soñado Mediterráneo durante tantos años, con lo nervios a flor de piel y brillando más que el sol de América de Mikel Erentxun.
Y de allí viento y más viento y muchas subidas, todas las del mundo y alguna del más allá. Hasta alcanzar los 1200 metros de altura entre Calanda y Utrillas y seguir a esa cota hasta Molina de Aragón, con dos pinchazos, la luna a cuestas y un grado bajo cero.
La vida avanza con el labio partido, ya sabéis, y de la noche salimos con frío pero el a los pocos kilómetros nos metimos de lleno en el Parque Natural del Alto Tajo. Un disparate de paisaje que tardaré tiempo en olvidar. Un rato de esos que te olvidas de las velocidades y kilómetros y dejas que la bicicleta vaya rodando mientras miras el paisaje acompañado de unos buenos temazos musicales. La eternidad al portador.
Y de allí al encuentro de más amigos de guardia de Adolfo, Angel y Linos, dos clásicos en sus retos y en su vida, dos imprescindibles cuando la ruedas de Fito se ponen en movimiento en busca de un sueño, como Silvio, de los amigos que te recogen al caer y te ayudan a volar sin turbulencias. Buena gente.
Un pueblo perdido entre Guadalajara y Alcalá de Henares puso fin a nuestra participación. Mi amigo Cano, que es un “Linos de la vida de Adolfo” para mí, nos esperaba con la furgo para sacarnos una foto de equipo y traernos de vuelta a Pamplona a Juan y a mí.
Los últimos 50 kilometros fueron con agua, de noche y con toda la entrada de final de fin de semana a Madrid, hasta llegar a una Cibeles iluminada de verde Phelan con Jesús, Angel, Juli, Linos y Adolfo calados hasta los huesos y nuestros hermanos Santi y Merche, en la furgoneta con la misma sonrisa con la que salieron de Barcelona 40 horas antes.
Volvemos contentos, como siempre, como volví de Madrid, de Alicante, de Almería o de Gijón, y hasta de Ávila, de aquel reto de 30 kilómetros de recorrido, un COVID y una furgoneta atascada en un arcén de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, de allí también volví feliz porque esa misma tarde ya empezaba el siguiente reto, porque Adolfo es ultrafondista como yo y no tiene fin y al punto final de los finales, el tío siempre le pone unos puntos suspensivos.
Y no tengo nada más que contar.
Willow.
Termino. Le debo a Juli una foto en la Cibeles, pero la Cibeles chula, la que más mola, la que se viste de verde Phelan, la Cibeles eterna. Me quedé a menos de 50 kilómetros y unos cuantos pozales de agua, me quedé en lo mejor y sin lo mejor, a una docena de lágrimas del objetivo, calculo.
Vamos a ver si este temazo del “flaco de Úbeda” que cierra Madrid en un círculo de frases brutales, me puede acercar un poco más hacia la Cibeles, y dibujar un final lleno de puntos suspensivos, al fin y al cabo somos del equipo KBC.
“Aunque muera el verano y tenga prisa el invierno, la primavera sabe que la espero en Madrid”
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