Después de la fugaz temporada de Miguel en las filas del Cafenasa – C.C. Villavés, tengo que decir que me veo más cerca de aquella madre que se acercaba al coche del club antes de las carreras para decirle a su hijo adolescente aquello de “si te cansas mucho, te paras que no pasa nada”, para asombro de nosotros, los jóvenes entrenadores que no íbamos a ser padres nunca y mucho menos íbamos a declarar semejantes intenciones antes de una competición.
Bueno, en esa época tampoco me veía pedaleando alrededor de Austria en una contrareloj individual de 2200 kilómetros, entonces estábamos más centrados en el puerto de marcaláin en Navarra y la cuesta de Labrit en Pamplona, que no es lo mismo pero nos daba igual, y empezábamos a mirar la distancia entre Bordeaux y Paris, soñando con que un día llegaríamos a completar sus 600 kilómetros sin dormir.
Hoy mi foto rotula el coche del equipo Cafenasa, he dado todas la vueltas de campana por las carreras de ultrafondo hasta terminar la Race Across América y llevo las siete carreras que ha corrido Miguel deseando que la neutralizada dure los cincuenta primeros kilómetros de la carrera, porque estoy centrado en que se divierta y no sufra y porque me he mudado al balcón de aquella madre que se acercaba a la salida de las carreras, y estoy a mil millas del entrenador que creo recordar que fui, así que éste balcón tiene un nuevo amanecer para mí, no tengo claro si mejor o peor, pero diferente desde luego.
A Miguel le ha ido como le tenía que ir cuando te saltas los seis años de las escuelas de ciclismo y te metes directamente en un pelotón de cien corredores por las carreteras con cruces, curvas, subidas y bajadas. Como lo definiría el flaco de Úbeda, Joaquín Sabina, “otra vez a perder un partido sin tocar el balón”. Que por otra parte, es un desembarco muy familiar, muy marca de la casa, una toma de contacto a lo bestia, sin conocimiento, como saltar al río de bomba para comprobar la profundidad.
Lo que yo no contaba para nada era que cada carrera, cada retirada, cada golpe de realidad, le iba a dar más energía y más motivación para intentar mejorar. Se ha centrado en el entrenamiento como única forma de alcanzar el siguiente objetivo, que no es otro que aguantar unos kilómetros más en la siguiente carrera, y se ha olvidado de su foto imaginaria entrando en meta, y en ese proceso se siente feliz. Tremendo.
Y todo esto desde el balcón de su adolescencia, con quince años, sin duda una forma diferente de asomarse a un problema para su edad y quizás también para la nuestra, cuando en la vida aspiras a no tener más problemas en tu día a día y nada más. O la vuestra, las de las vidas con seguro a todo riesgo y "la culpa es del otro si algo me sale mal" y aquel “¡tira “pa`lante` que empujan atrás!”, que dice Serrat, las de los que no os permitís la equivocación para no tener que pedir perdón, porque en este blog cabéis todos, mis amigos desconocidos y mis enemigos íntimos.
Sin duda la vida sin cierre de seguridad es la chula y la correcta, la que le hace a Miguel dar la vuelta a Erro a 31 kms/h de media y subiendo poco a poco, la misma que les hace a los entrenadores no plantearse otra cosa que ofrecer todos sus fines de semana a los jóvenes ciclistas, como a Pepe, a Daniel y a toda la gente que les echa una mano. Héroes que no se rinden jamás. Soy muy fan de todos ellos.
La temporada ya ha terminado, pero Miguel mira con más ilusión hacia el 2023, y así, la adolescencia nos hace bailar entre Erro y Etxauri, con sus nuevos compañeros del Cafenasa y los cicloturistas del Tenis, con Juan Unzué que es su Padrino de ciclismo, y con una bicicleta nueva con unas ruedas de perfil que son un disparate, porque nos lo merecemos, ¡claro que sí!.
Además considero que es muchísimo más interesante a su edad bailar con la bicicleta en Erro que sobre las zapatillas en cualquier tipo de fiesta, bar, quedada o celebración nocturna, y se de lo que hablo, aquí también he cambiado de balcón pensando que nunca lo haría, ¡malita sea!. Si me cuentas mi vida, lo niego todo, ya sabéis.
“Las penas llegan, las flechas vuelan, la vida avanza con el labioo partido”…. pues eso, todos a escuchar “El Duelo” de Duncan Dhu.
Y tú, Miguel, si por causas y azares caes por el blog venido a menos de tu padre, lo escuchas también, y recuerda que “antes de rendirnos fuimos eternos” y ponte la luz trasera cuando salgas con la bici, por favor. Lo de los dos botellines nada, que no hace falta, con uno vas de sobra, te lo digo yo que una vez llegué a Tortosa sin parar desde Pamplona, camino de Peñiscola, a ver a tu tío Cano, la vida sin cierre de seguridad y tal.
Willow
Ahora sí….el temazo de Duncan Dhu