Nada tenía hasta hoy sentido, quizá mañana tampoco lo tendrá.
Entre Salou y Cambrils hay un paseo peatonal y cientos de hoteles, casas y comercios de todo tipo. Es uno de los lugares a los que quiero volver, porque si hago ese ejercicio terrible que echar la vista atrás, veo que conocí ese lugar sin paseo peatonal, sin hoteles y sin casas, lo conocí en familia, y que me trae mil recuerdos.
Me imagino enfadado por andar tanto rato, como buen crío. Luego entre despistado y feliz con Iciar Sauleda y nuestras familias, como buen adolescente, en unos veranos llenos de cumpleaños y pulpos, de naufragios de barcas hinchables. Y ahora, en esta travesía interminable hacia la madurez, con la familia, lleno de bicicletas y zapatillas, de canciones de Mikel Erentxun y de fotos de los amaneceres, que por cierto, no son los mejores porque el sol sale por detrás del Cabo de Salou y no por la línea del final del mar.
¡Fuimos felices en Salou!, ese también fue el lema de un juergón memorable en torno a mi amigo Javier Fernandez de Manzanos, Tuso para los conocidos y “Mexican Hut” para mi polvoriento corazón. En una noche que terminó de día, porque decidimos que los apartamentos Cataluña 2000, donde nos alojábamos, se llamaban Barcelona 92 y aquel cambio de nombre con aquella noche tremenda nos desorientó demasiado en el camino de regreso, después de la tempestad. Pero fue una desorientación preciosa, difícil de olvidar.
Los últimos diez años de mi vida he llegado al Mediterraneo en bicicleta y cada año, a veces en reto solidario y la mayoría en solitario y sin reto, porque tengo la mala suerte de que llegar hasta allí para mí no tiene ningún interrogante que lo eleve a la categoría de reto. Pero si, tengo la suerte de ser capaz de vivir cada fuga en bicicleta como si fuera la última, y cada llegada como si el Mediterráneo fuera el Pacífico de California.
Hace unas semanas, un lunes gris en los que suelo estar agotado, descubrí que Cambrils, además de Pósito de Pescadores, tiene una media maratón y su recorrido va por el paseo peatonal junto al mar. Y además es el 20 de febrero, a la vuelta de la esquina, es perfecto porque los adolescentes lo queremos todo ahora. “Cuando todo es ahora, cuando nada es eterno”.
Al día siguiente mi amiga y compañera Isabel, al contarle el planazo me soltó un “lo mismo te vas en bici desde aquí”, así como quien no quiere la cosa, de pasada, y claro, en dos segundos y medio, calculo, vi mi vida otra vez por Caspe, camino de Maella, Batea y Gandesa, porque esa secuencia de pueblos que me enseñó Cano, es como las paradas del metro de Madrid: ”Tirso de Molino, Sol, Gran Vía, Tribunal”, que me enseño Joaquín Sabina.
Por lo visto la madurez consiste en ir descartando sueños para arrepentirnos hasta el infinito de lo que no hemos hecho. ¡Toma ya!. Pues yo estoy hecho un chaval. Y el viernes saldré con la bicicleta camino de Cambrils, para ver amanecer y llegar por la tarde al Mediterráneo una vez más y el domingo correré por el paseo marítimo una media maratón.
Porque hay locuras que no tienen vuelta atrás, como ésta, aunque no llegue a locura, ni tenga un final incierto, que es el mejor de los finales.Es un punto y seguido, una fuga, una aventura familiar que llega después de un día en el que nos ha explotado la adolescencia en mil pedazos. Una locura que seguro nos hace avanzar, como siempre.
Así que a por la media maratón de Cambrils, que hacer el 500 saliendo de Pamplona nos va a venir muy bien, y tiene más sentido que llegar el 300 saliendo sin ver el amanecer en la bicicleta con Mikel Erentxun y sin la felicidad de otra llegada al mar. Al palco los doscientos puestos.
La locura que nos da la salvación.
Willow
El temazo de hoy es otra de las genialidades de Mikel Erentxun, de esas que leídas son mejores, por lo menos para mí, que tiene un comienzo y un final buenísimos. Y que es otra de las veces en las que la canción está muy por encima de blog y es la primera que va sin imágenes porque es ideal para subir el audio como si no hubiera un mañana, cerrar los ojicos y dejarse llevar hasta Cambrils, el Veleta, Oceanside, la Peña del Abrigo o Labenne Ocean. De locos