Quique González, músico, cantante y amigo de guardia de Mikel Erentxun en el temazo “Intacto” se fuma el verano en la N-634, o eso dice en la canción “Charo”.
A mí me gusta esa canción porque me he pegado en esa puta carretera los primeros años de hombre bala. De San Sebastián hasta el infinito y más allá con el mar Cantábrico a la derecha y su millón de sueños, de los que pasamos por allí, hundidos en el fondo.
Con la misma vista que había de Zarautz a Guetaria y vuelta, por el monte cuando era pequeño. O por el paseo peatonal corriendo ahora que sigo siendo pequeño pero tengo más años, lo que es un desastre lo mires desde el alto de Meagas o de las peñas de Aia.
Y de todos estos años por allí tengo un gran recuerdo, tan bueno como de Biarritz o de Unzué, porque son sitios a los que vuelvo una y otra vez, lugares en los que sabes lo que te vas a encontrar y muchas veces necesitas encontrarlo y porque siempre son un éxito seguro, una buena opción de fuga, de paréntesis, una estación de recarga de vida. El lugar donde quiero volver, ya sabéis.
Así que el martes, recuperado ya de mi rotura virtual de menisco y unos tres ligamentos, calculo, nos fuimos Irache y yo a celebrarlo a la 634, con la furgo nueva, el spotify y las bicis y ahora mismo en este párrafo ya os he enviado a los dos o tres blogs anteriores, por si no los habéis leído.
Fuga que nos hacía falta y además nos la merecíamos, como el par de térmicos de Rapha que lucimos por allí, que no nos hacen ir más rápidos sobre la bicicleta, pero si más guapos, o eso creo yo, que aunque tengo muchos años, sigo siendo pequeño y por lo visto gilipollas, pero da igual, sigamos.
No fueron muchos kilómetros, pero fueron muy buenos. Hubo mucho Duncan Dhu y bastante sol sobre la bici, y subimos el puerto con el nombre más bonito del mundo, Itziar, y nos hicimos unos fotones, o por lo menos lo intentamos. Fue una media fuga memorable.
Al volver me puse las zapatillas y me fui a correr por las murallas, para pasar página de la semana anterior. No había dolor, ni bandera en la rodilla ni nada parecido. Mucha felicidad y nada más.
La semana da para mucho, para recibir la alegría que cada Navidad nos manda Juli desde Córdoba, con el calendario más chulo del mundo, el del Phelan Mcdermid, el nombre que llevo en las camisetas por todos los sitios, el culpable de que lleve la cara manchada de felicidad cuando corro. Los super héroes, como Sergio, los buenos, sin cierre de seguridad, como un ultrafondista en busca de un sueño.
En realidad una semana es larga, da para una fuga, ser feliz, que la pre adolescencia familiar te estalle al día siguiente por los aires, da para recibir un par de fotones que se asoman a la niebla de estos días desde mi peña de Unzué y hasta para disfrutar otra vez por las murallas corriendo al amanecer porque por fin no has dormido bien. “Quítame el sueño, hazme feliz”.
Termino, ahora solo quiero que el tiempo pase rápido, muy rápido para que mi amiga, y compañera de trabajo de toda la vida, vuelva cuanto antes a trabajar, que este paréntesis de la vida vaya tan rápido como si fuera por las rectas de Kansas con viento a favor, a cámara rápida, en un suspiro, como llegar desde arriba de Marcalain a Pamplona con viento norte y con Miguel Molinero.
Willow.
P,D,: Y la canción, pues os lo podéis imaginar, venga, va, todos a la N-634. Me encanta la frase del final "He pensado en llamarte mil veces ya sabes que sí".