8. 30 h.
Estoy seguro de que Juan Unzué ha salido con la bici de monte. Son casi las nueve de la mañana y tenemos una nevada guapa fuera. Y mira que lo tengo cerca, en el piso de arriba concretamente, pero el cabrón no da señales de vida. Es como un gatico, silencioso, no utiliza el ascensor y yo creo que hasta se viste en el trastero para no hacer ruido ni dar pistas.
Me lo veo en el Tangorri, Ese maldito monte nos va a quitar la vida. Andaba toda la semana pensando en la nieve y la bicicleta de montaña. El otro día me dijo “si nieva mucho el fin de semana algo haremos”. Eso es que ya tenía la vuelta entera metida en la cabeza y en el Garmin, vamos que ya sabía la hora de salida, de llegada, el barro y hasta las gallinas que se iba a encontrar por el camino.
Y encima ayer mi amiga Edurne, la de los ojos de miel y los amaneceres en el Tangorri circuló un fotón del buzón del monte lleno de nieve y yo se lo pasé a Juanillo y ya terminé de liarla, imagino.
9.30 h.
Llevo dos cafés, la familia duerme todavía, el rodillo en la cocina listo, yo aquí como un gilipollas escribiendo y fuera nieva cada vez más. ¡Qué follón Willow, qué follón!
Hace unos años ni me lo hubiera pensado, la opción era salir y luego volver como sea. Ahora ya no tengo los ojos de navidad, y veo frio a fuera y hielo, mucho hielo, y mucho peligro. Y el Tangorri lo veo como aquel Gloskgokner austriaco o el Wolf Creek Pass en la RAAM, ese puerto a 3300 metros de altura en el final de las Rocosas fue memorable.
Me voy a dar un ratico más y otro café y un yogur de proteínas del Mercadona, venga, la última oportunidad.
El fotón que puede caer si salgo va a ser un disparate y para el Instagram me va a venir muy bien, que me hacen falta seguidores, no sé muy bien para qué pero bueno, y también likes y que me digan máquina y crack, que desde que dejé de correr apenas me dicen nada, lo justo “que bonito” cuando me sale algún blog azul, pero nada más.
Ahora es cuando tengo que tirar de hemeroteca de recordar los momentos malos que he pasado encima de la bicicleta, de pensar que antes de rendirnos fuimos eternos y todas esas cosas que decía antes. Eso y tomarme otro café.
10.00 h.
Iciar se acaba de despertar, le he dicho que podemos ir al Tangorri andando, desde Ardanaz, que casi no nos íbamos a mojar. Tiene efecto belleza en su móvil y me puede sacar unos fotones tremendos. Me ha mandado a la mierda.
Y luego vendrá Migueltxo, el vecino del primero con su mandita ventana de buen tiempo. Ayer ya lo intentó pero no le hice ni caso. Ese no tiene los ojos de navidad ni del miel, como Edurne, los tiene desesperados por salir con la bicicleta el fin de semana y tiene también tendencia al error, como yo.
10.45 h,
Paso de salir, de fotones y de todo, me subo al rodillo con Mikel Erentxun y el periódico. Voy a volver a escuchar el nuevo disco de “Amigos de guardia”, con ese tema que he descubierto que dice aquello de “se libre por siempre y mía por hoy”. Este Mikel Erentxun siempre dando la eternidad a cambio de un instante de felicidad plena, y ahora es cuando me acuerdo del muelle de Oceanside en California, en fin. Venga, al rodillo.
11.30 h.
Me llama Juan, dice que desde su casa se ve claramente que lo peor de la tormenta ya ha pasado, que se pira con la bici de monte, que la nieve está perfecta y no se cuantas mentiras más me suelta en cinco minutos. Yo no me creo ni una, pero le digo que en diez minutos estoy en la puerta con la bici, en mi cabeza pesa más el fotón que otra cosa.
Así que llamo al ascensor para descender al filo de otra edad (temazo de Mikel), cuando salíamos a la nieve con la bici sin pensarlo, y no había barro, lluvia ni frío que nos dejara en casa, cuando teníamos los ojos de navidad. Y salgo.
11.45 h.
Liada guapa, caída en el primer kilómetro, pinchazo en el segundo. Juanillo inasequible al desaliento, yo entre nunca y jamás. Enseguida vemos que la opción Tangorri se nos va de las manos. Zolina es nuestro objetivo.
Kilómetro 7 ya empiezo a andar, en el 10 me vuelvo a caer, la llegada al vaso de Zolina voy empujando la bici mientras veo como Juan sube sin pestañear hasta la presa. Serán las ruedas de 29, la doble suspensión o que sencillamente siempre me ha dado mil vueltas en el monte. Yo pienso que ya se irá la nieve y entonces le daré su merecido.
13.30 h.
Llegamos a casa dando pena a la tristeza, calados como hacía años que no me mojaba. Para no dejar el pasillo de casa como el vaso de Zolina, me quito toda la ropa en la puerta de casa, mientras Iciar seca el suelo con papel de cocina.
Se ha ido la calefacción de paseo y no tengo agua caliente.
Me vuelvo a cagar en Juan, en la foto y en la mountain bike y me ducho con agua fría.
La vida de influencer es muy dura. Pero estoy contento, ha merecido la pena, volverme a caer en la nieve con la bicicleta ha tenido su encanto. Quizás no esté tan mayor como me parece. No lo sé.
Os dejo, que me subo en el rodillo otra vez, el nuevo disco de Mikel Erentxun es una locura y yo soy ultrafondista y no me canso fácil.
Willow.
Perdó!!! El temazo, se me olvidaba el temazo. Me apetece recordar "Intacto, que es como recuerdo muchas cosas chulas de mi vida, esos instantes que logran sortear el tiempo y duran una eternidad,