Advierto que esta entrada al blog va flojica, para nada azul como aquellas de los vuelos a Cambrils, a Santiago o mi pequeña visita al pueblo de Unzué, el lugar donde quiero volver. No.
Si la pasada fue mi terremoto mental sobre mi tremenda adolescencia, ésta va sobre la vida, que sin una fuga guapa no es tan vida.
¡Empiezo fuerte eh!. Si ves que se te puede atragantar déjalo, cambia de blog o vete a salvar a la hostelería, no sé, o a la mierda, lo que quieras. Si te quedas, adelante, ponte cómodo, no vas a necesitar cambios de culotes, ni crema Natusan en la badana, ni barritas de proteína, quizás una buena cerveza tostada y unos pistachos le van como anillo al dedo, pues al jaleo.
Resulta que yo era feliz con mi coche ochentero sin aire acondicionado cruzando España de Toledo a Pamplona y vuelta otra vez a Toledo, así de forma compulsiva, como siempre, sin despeinarme. Mi CD de “El grito del tiempo” con el temazo de “El sentido de tu canción” y la Pinarello detrás.
En mis últimos años cuando iba al Mediterraneo yo lo hacía en bici y la familia en coche, con Cano, que como es mi hermano, pues toda la familia viajaba bien unida. Nunca le dimos dos vueltas al coche, porque lo chulo era el mar, Toledo con mi amigo Adolfo o llegar a Paris muertos de sueño o a Santiago para ponernos morados de Estrella Galicia.
Bromeaba con mi amigo Chechu que ir por la vida sin aire acondicionado es un puntazo y con mi nueva jefa, esa que empecé un poco torcido pero que ahora ya vamos con el viento a favor, se reía el otro día cuando le decía que la opción buena de vida era tener un coche de mierda y una bicicleta brutal. Creo que nos estamos alineando, como dice Nairo Quintana, porque ella ha empezado a llegar al periódico en bici y yo le he pasado el link de Rapha.
Perdón, me centro, soy disperso, ya sabéis. ¿Cómo era eso de que tengo mis principios y si no te gustan tengo otros?. Pues así me veo. Resulta que el aire acondicionado ha llegado a nuestras vidas, y tenemos una furgoneta nueva. Es roja, grande, muy grande, y moderna, y está preparada con lo último, creo, porque tiene una pantalla que según entro empieza a sonar la Oreja de Van Gogh y toda mi lista de Spotify, y no sé si estoy en las murallas de Inma corriendo o camino de Santiago de Compostela con Joaquín Unzué. Debe ser algo de conectividad o bluetooth o eso dicen los crios, pero yo no entiendo nada de eso.
Y hasta puedo llamar por teléfono sin soltar las manos del manillar, o volante, eso, se dice volante, en qué estaré pensando. De locos. También tiene como doscientas cosas más pero vamos poco a poco. Porque saberlo todo es una mierda. Mira, igual hago como Pablo Benegas, que dice que disfruta del proceso, que llegar al final produce melancolía. Perfecto Pablo, manual de instrucciones al palco y cuando llegue la hora del Adblue, ese que no sé qué es, pero que si no le echo a la furgo se para, pues ya veremos que hacemos.
El caso es que según entró la furgoneta salió el dinerico de la cuenta corriente, que como ya era corriente y la furgo muy chula, pues ahora la cuenta es vulgar, es una cuenta de dar pena a la tristeza. Es una mierda de cuenta.
Así que en un momento de lucidez, decidí que teníamos que poner freno a las fugas e hice lo que nunca he hecho, pararme a pensar. Y pensé en los sitios que había estado este último año. Mis dos fugas al mediterráneo, las familiares a Paris, a las Landas, a Mallorca, el maldito pico Veleta que me encantó, el vuelo de Adolfo de Toledo a Almeria, mi carrera por Córdoba al amanecer, mi quinto Camino de Santiago, el día que pasé con Juli en Cabra, un par de conciertos de Mikel en Burgos y Zaragoza con Irache y suma y sigue.
Y pensé que había llegado la hora de dar carpetazo a tanta fuga y pasar a ser un tipo sin edad con una mirada vulgar, por lo menos lo que queda del 2021.
La determinación duró tres días, porque me vi en Ainsa con mi hijo Miguel y las bicis de monte en unos recorridos marcados que tienen por allí, con vistas a Monte Perdido, el tres mil pirenaico que un montón de años atrás había subido con Mikel Baraibar, el plan era tan bueno que lo tuvimos que hacer.
Y de vuelta del último vuelo de los dos adolescentes de la familia se abrieron ante mí unas rectas tremendas, largas y vacías, como los tres desiertos que me chupé en la RAAM pero sin equipo de apoyo, sin las canciones de la Peña Oberena y sin chaleco de hielo.
Queda mes y medio de 2021, unos puentes por medio. Los días de sol tenemos 10 grados como mucho y los fríos no llegamos a 5. Oscurece cada vez antes, para las 17,30 h. y no hay forma de ver amanecer en las murallas porque para cuando sale el sol en los ojos de miel de mi amiga Edurne, allá en el Tangorri, yo ya estoy en el periódico.
Pero no pasa nada, o casi nada. En mis manos está mandar esta maldita idea de ver la vida pasar un par de meses a la mierda, de donde nunca tuvo que salir, y pirarme con la familia al mediterráneo, a compartir el mar de invierno, que es el bueno.
Y si sigue haciendo frío y mucho viento norte y llega la nieve, he reservado el mejor de los días de diciembre para ponerme unas raquetas y visitar la parte alta del valle de Belagua, la línea del cielo azul sobre la nieve blanca allí arriba es un disparate. Yo lo pude ver el año pasado y desde entonces las cosas más chulas son azules, como el sueño de Mikel Erentxun, el que compartimos hace poco en Zaragoza.
¿Cómo va esa cerveza tostada? ¿ya la habéis terminado? ¿y los pistachos?, pues nada, que podéis ir al frigo a por otra, que la vida es bella, es cuestión de no pararse a pensar, porque cada vez tengo más claro que hacer las cosas bien es un gran error.
Sólo tengo que centrarme en el Adblue de la furgo, tengo que tener claro cómo se echa esa mierda. Cuando llegue el momento no puedo fallar, porque no llegar a ver el mar de invierno o el azul del pirineo sería el peor de los finales y me iba a producir una melancolía brutal.
El proceso, Willow, céntrate en el proceso. ¡Venga Wiz! Qué tu puedes.
Willow
P,D.: Volvemos a dar fiesta a Mikel Erentxun en el temazo. Os comparto otro de los temas que ha vuelto desde mi adolescencia para correr conmigo por las murallas. En realidad son dos y son buenísimos. Subid el audio, que los directos a todo volumen son brutales.