“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

CAMINO DE SANTIAGO DE JOAQUÍN UNZUÉ: ALAS EN LAS CICATRICES.

Teníais que ver a Joaquín Unzué rodando por las rectas entre Burgos y Sahagún, impresionante, un disparate de vatios, una locura. No sé en qué está pensando su hermano Eusebio para no ficharlo para el Movistar. Esos malditos eslovenos que están tan de moda ahora si llegan a venir con nosotros no llegan a Sahagun. Que alguien reserve una doble para Roglic y Pogacar en el Hotel Monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes, que Joaquín ha metido el plato grande y ya no para hasta Santiago de Compostela.

Con ilusión, con Javier Muruzabal y Daniel Aldaz hasta Estella y el ultrafondista venido a menos, salió Joaquín desde el ayuntamiento de Pamplona rumbo a Santiago de Compostela, su primer camino en modalidad “despropósito” es decir, sin parar ni para tomar impulso, y el quinto para mí, que ya no tengo remedio y además tampoco quiero tenerlo.


Era cuestión de tiempo que Joaquín terminara en Santiago de Compostela treinta horas después de salir de Pamplona y era lo más sensato contar con mi insensatez para llegar hasta allí y cerrar el círculo que abrimos a principio del año en torno a una Mahou 00, en una cocina de Orcoyen.

Joaquín llevaba los deberes hechos, este año se había marcado un Luchón Pamplona subiendo mil puertos y luego un viaje inolvidable hasta Cambrils con los del Tenis y con la ELA por bandera, en uno de los encuentros familiares más emocionantes que recuerdo.


Y también llevaba la lección aprendida, porque como Forrest Gump “yo no sé mucho de nada” pero los dos nos hemos cruzado Estados Unidos de costa a costa, él corriendo y yo en bici y nos encanta contarlo y de vez en cuando hay gente que va un poco más allá del chaleco de hielo del desierto de Arizona, como Joaquín. Gente que  empieza a combinar el ritmo, los kilómetros y el tiempo y le da sentido a poder hacer un Camino de Santiago sin tener que apelar a la épica, ni a buscar ningún límite ni estas bobadas tan vacías y de moda ahora.

Jesús Antoñanzas, el alma de esa empresa con corazón que es Gabil, en aquella comida previa al reto de Adolfo Sanchez Mateos en 2019, dijo emocionado que “a la gente buena hay que ayudarle siempre”. Ellos, los gabiles como les llama Adolfo, son los primeros en hacerlo y a mi aquella frase y sobre todo con esa rotundidad con la que sonó, se me quedó grabada a fuego. Tanto que siempre que salen estas oportunidades de echar una mano a alguien haciendo lo único que sé que es andar en bici, me acuerdo de aquello y me parece que estoy en la dirección correcta. Joaquín es un hombre muy bueno y su familia y la gente que le acompaña en la Orkuci y por todo eso Irache y yo lo tuvimos claro.

Vamos al camino: Lo hicimos muy bien el primer día, con ritmos sostenidos pero nada altos, con paradas cortas para comer en Logroño y La Pedraja, rodamos sin viento por las rectas camino de Sahagun y llegamos a Carrión de los Condes para cenar y prepararnos para la noche.

El camino es largo y bastante duro, sobre todo al final y la noche en esta época del año tiene 12 horas, desde las 20.00 que tuvimos un atardecer brutal camino de Carrión de los Condes y las 8.00 de la mañana con un amanecer helador en Villafranca del Bierzo a tres grados y con niebla.


Tuvimos luna nueva, nueva del todo porque no se veía por ningún lado. Sin embargo eso hizo que por el páramo leonés, la zona que va de Sahagún a Hospital de Orbigo, viéramos uno de los cielos más estrellados que recuerdo sobre la bicicleta. Brutal.

Y me acordé cuando corríamos las carreras de ultrafondo y en medio de la noche a mí se me iba la cabeza hacia la luna o las estrellas y empezaba a señalar cada cosa al equipo de apoyo que venía detrás.

Me hace gracia recordar esto porque ahora mi madre les dice a los críos que "el Papá era un poco disperso de joven” y es verdad, porque en vez de centrarme en la gestión de la carrera que había diseñado mi preparador, Eduard Barceló, a mí se iba la cabeza hacia las estrellas y los amaneceres y me olvidaba de los vatios y los ritmos. No era capaz de centrarme, como en el cole, como ahora, imagino.

Pero bueno, a lo que vamos, me centro en Joaquín. Seguimos con  ilusión, claro, pero un pequeño contratiempo en el puerto de O'Cebreiro nos llevó por una carretera que parecía Larrau. Ocho kilómetros que casi nos parten en dos, casi. Porque de arriba volamos a Samos y de allí a Portomarín y nos fuimos al recorte de siempre que nos llevó a Palas de Rey y Joaquín ya vio claro que terminábamos aquello, y se vino arriba y yo también, porque me puse mis temazos en el auricular para acabar todo como siempre, rozando la eternidad en una canción para dos.


Me encantan estos vuelos y estas fugas, ver la felicidad de los cicloturistas cuando llegan a una nueva frontera en kilómetros con su bicicleta, me encanta hacerlo con sentido, sin dar pena a la tristeza, compartido, fundamental que sea compartido.

Me parece un lujo contar con Irache y que se suma a la fiesta de Joaquín y que la haga suya y que se ocupe de nosotros hasta Santiago, como lo hizo hace más de 20 años en mi primera Bordeaux Paris. Es brutal recibir una canción en Valencia de Don Juan en plena noche y que te estalle todo por los aires al escucharla. Estoy en bucle con los atardeceres y los amaneces. Soy realmente feliz sobre la bicicleta.


Termino, que se me ha ido de líneas otra vez.
Va para Eusebió y para Miguel también: Si después de todo esto no tenéis pensado fichar a Joaquín para acabar con Roglic, por lo menos soltaros un par de chubasqueros de invierno del equipo, que camino de Ponferrada hace mucho frío, pero mucho, y Joaquín tiene pinta que repite y yo con él, que sólo llevo cinco Caminos, y pienso llegar a los diez, estoy seguro al ochenta por ciento.

Willow.