En seis días saldremos de Roncesvalles rumbo a Santiago de Compostela sin parar ni para tomar impulso. Mi quinto Camino de Santiago, esta vez con más ilusión que nunca porque viene Joaquín Unzué, la ilusión hecha persona. Y también porque Chechu y Dani se apuntan a esta pequeña peregrinación sin sentido. Otra muesca más para mi pequeño palmarés de despropósitos sobre la bicicleta.
La culpa de todo esto la tiene Joaquín, el hombre lo propuso con tanta dulzura que era imposible decirle que no. Mira que yo ya no sé si estoy como para 750 kilómetros, y que intenté que mi amigo Juan Unzué parara todo esto, pero nada. Luego lo comenté en casa con la esperanza que Irache tuviera algún plan alternativo, no sé, una comida familiar, o una primada, boda, o bautizo o algo de lo que suele hacer la gente normal, que ya no tengo ni idea de lo que se hace, pero nada.
En poco tiempo vi mi vida sobre la bicicleta de noche por el Bierzo Leonés y sus lobos, esos que me aseguraron el año pasado en Valencia de Don Juan, que bajan en manadas de los picos de Europa para acabar con el maíz y de paso con algún ultrafondista venido a menos.
Chechu, como está más fuerte que el vinagre, se apuntó al plan y detrás Dani, porque si va Chechu va Dani sin pensarlo, aunque ahora que nos quedan pocos días creo que le está dando alguna vuelta más y me da que también se ve pasto de los lobos, de los lobos o de Joaquín Unzué, porque como vaya en modo Orkuci no llegamos a Ponferrada.
Cuatro caminos sin parar, casi siempre solo, las primeras veces mirando el cronómetro y hasta con liebres y las dos últimas solico con una mochila mirando el anochecer infinito después de Sahagun y el amanecer eterno arriba de O Cebreiro. Desde las 28 horas hasta las 32. Con viento a favor y con viento en contra, con sol y con lluvia. Siempre con Mikel Erentxun y siempre feliz.
No será nueva la aventura para mí, sin embargo empiezo a tener respeto por la distancia otra vez, ese respeto que hace un par de años no tenía. El tiempo pasa y la determinación de antes va cogiendo un tono de duda. Dejé de hacer series, el potenciómetro lo tengo debajo de la mesa de la cocina y ya no miro ni las medias ni las pulsaciones. Mis carreras a pata por las murallas son cada vez más frecuentes, como los cafés y los helados cuando salgo con la bici.
Así que mi bicicleta ahora va más despacio que antes, no tengo claro si más feliz, pero sí que viaja con más tranquilidad. Aunque también hago cosas que antes no hacía. Llego a los sitios bastante mejor de lo que llegaba antes, porque voy más tranquilo. Ahora me sorprendo cuando llego al Mediterraneo o a Santiago el año pasado y soy capaz de correr una hora a pata al día siguiente. Es una sensación nueva para mí. Como algo que me ha quedado de los años de hombre bala y que me encanta. Antes era todo demasiado rápido y siempre a tope, sin control, sin cierre de seguridad.
Vuelvo al camino con respeto y con dudas, sin tanta determinación porque no he parado en todo el año y un camino necesita su hueco en el calendario, su preparación, su motivación. Y aunque el último mes pensé en dejar de correr y hacer alguna serie de las de antes, he sido incapaz de renunciar a los amaneceres con las zapatillas, son tan emocionantes y tan chulos que no me he podido resistir.
Así que sin conseguimos llevarnos bien, parar a Joaquín en esas rectas entre Burgos y Sahagún, librar el lobo de Rabanal del Camino y el aguacero por Sarria y Portomarín, llegaremos a Santiago y nos tomaremos unas Estrella Galicia, y me compraré una pulserica y Eli me hará unos fotones para el Instagram. Y hablaré con mis amigas de guardia por la noche, y le mandaremos a Ricardo una foto desde Carrión de los Condes y la vida puede ser bella, muy bella.
Termino. Para los muy fans del blog y por ir cerrando la anterior entrada azul sobre Unzué, porque me salió muy azul y hasta me gustó. Sólo diré que ya encontré la cueva, y como esperaba es la cueva más bonita que he visto nunca y que como siempre me fui pensando en volver.
En Unzué, el mejor de mis días.
La foto es de mi primer camino en el año 2007 con mi amigo de guardia Miguel Angel Carrera. Me falta vida para agradecerle toda su paciencia en aquellos años conmigo.
Willow