Dicen que las vistas de la Alhambra de Granada desde el mirador de San Nicolás al atardecer son un disparate. Debe ser un sitio lleno de instagramers e influencers dispuestos a dar el salto mortal sin red por un fotón eterno. No muy diferentes a los de la Cala de Pi en Mallorca. La eternidad a golpe de click vestida con un filtro cálido.
Imagino ese balcón y me veo allí destrozado, dando pena a la tristeza después de bajar del pico Veleta, o mejor dicho después de subirlo corriendo, o de intentarlo, que no es lo mismo pero es igual ¿o qué?.
¡Vaya plan!. De la subida mejor no compartir nada, mi estilo corriendo, aunque lo intentó pulir Antonio Bru, es malo y feo, no me veo bien en las fotos, y luego, si consigo llegar al mirador que nos ocupa, me falta el filtro belleza en el móvil y el cálido también, en realidad me faltan todos los filtros del mundo, así que no tengo nada que hacer, porque lo de ponerme en bañador, como en Cala Pi y eclipsar a la mismísima Alhambra no lo veo.
Fans del pobre ultrafondista venido a menos, no esperéis nada en Instagram este fin de semana. Se masca la tragedia, goleada guapa sin tocar el balón, como en aquel primer encuentro con mis dos nuevas jefas, ¡y sin Perdi!, que andará en alguna carrera de master, todo fino y guapo, con la Specialized y sus ruedas Bora. ¡Ay Perdi!.
Mirad si pinta mal, que el entrenamiento previo consiste en dejar de andar en bici, así como suena. Para preparar una carrera de 50 kms corriendo levanto el pie en la bicicleta pero tampoco lo pongo más sobre la zapatilla. El plan es intentar llegar a la prueba con las dos piernas lo más descansadas posibles y cuanto menos definidas para pedalear mejor. Con el poco tiempo que me quedaba para el impacto cuando decidí volar hacia allí, pensar en preparar específicamente la prueba metiendo series o largas tiradas subiendo el Tangorri habría sido un suicidio, como nadar para morir en la orilla.
Así que no me queda otra que minimizar el destrozo que se viene encima, haciendo lo que puedo, como siempre, porque no somos profesionales de nada ni tenemos la vida para mirarnos al ombligo. Y quizás, si me planto en la salida sin mucha pretensión, entonces me pueda sorprender, como me pasaba sobre la bicicleta cuando iba pasando kilometrajes, esas fronteras en la distancia y el tiempo que me han dado la vida hasta que llegué al punto final de los finales, en Annapolis (Whasington) en la costa este de EEUU y allí terminó todo.
Ni idea de lo que me depara el futuro a corto plazo, tampoco la mañana de mañana, porque hoy es viernes día 6 y el impacto es el 8, así que ya estamos metidos en la canción eterna de Mikel Erentxun y por lo menos siempre me queda la mañana de mañana junto a Juli, Manolo y Juan, mis amigos runners allá por Córdoba.
Que Juli dice que todo va a ir bien, que vamos a disfrutar mucho y que voy a subir como un tiro hasta la cima del Veleta y yo sólo le digo que me siga mintiendo hasta hacerme feliz.
Y de momento no tengo nada más que contar, pinta que la semana que viene puede que sí. Si todo va bien perfecto habrá blog y si descarrilo por allí siempre me queda envolver el fracaso en la épica, el dolor y la desilusión del abandono, que en las redes sociales toda esta mierda es un éxito y fijo que tengo tantos "likes" como cuando era hombre bala.
Ya me veo el Facebook lleno de “pierde el que no lo intenta” “volverás más fuerte”, “abandonar también es de valientes” y “hasta el rabo todo es toro”, aunque esta última frase no viene a cuento pero me inspira bastante más que las anteriores.
Pues vaya mierda, casi que tiro hasta la cima, a ver si me van a molar las frases vacías a estas alturas de la vida, que son muy altas, por cierto.
Qué lentas pasan las horas y qué rápidos los años, ¡maldita sea!
Willow
Ah! El temazo de hoy, volvemos a Mikel Erentxun, después de pequeño tropezón del anterior blog. "El principio del final" una canción del album "El hombre sin sombra". Guitarreo brutal con la Guibson, coros de Marina Iñesta y las escobillas ochenteras de Karlos Arancegui. Me encanta y muy apropiado para el blog de hoy ¿no?