“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

ULTRAFONDISTA EN BAÑADOR POR MALLORCA, CON AIRE ACONDICIONADO Y SEIS VELOCIDADES, DE LOCOS.

Josetxo dice que estábamos en Magaluf, Irache siempre aseguró que era Palmanova y yo, como siempre y como en todo en la vida, además de no tenerlo claro me daba igual.

El amanecer era tremendo en la línea del infinito del mar y el apartamento demasiado barato como para preocuparse en la localización. Todo iba perfecto, el avión de la compañía Vueling a 10 euros el billete había conseguido aterrizar sin estrellarse con el ultrafondista venido a menos y su desdichada familia a bordo, y las zapatillas Hoka en las maletas Gabol. Una Pinarello Gan blanca me esperaba en tierra y una isla, Mallorca, por descubrir. Ah!, el coche de alquiler tenía 6 marchas y aire acondicionado y por primera vez en nuestra vida no teníamos que bajar la ventanilla para no morir de calor. Era cuestión de apretar un botón.

Curiosa novedad la del aire acondicionado en la frontera del fin de la primera parte de la vida. Un disparate cuando la vida te la tomas en plan Tom Hanks en Naufrágo, conformándote con lo que la marea te trae cada mañana, sin darle muchas vueltas a nada más, y de repente pasas a ir en plan preparado por la vida, pisando fuerte y mirando en el semáforo de tú a tú, al gilipollas que tienes al lado, con doscientos mil caballos y su GPS para nunca equivocarse o errar, que dice Silvio en la fábula de los tres hermanos, y que como termina la canción , con tanto selfie al ombligo se va perdiendo la vida, que se jodan.

Perdón, el aire acondicionado me sobra y los sobradamente preparados nunca me han gustado y merecían un párrafo aparte. Retomo donde lo he dejado.

Así que dónde cerrábamos el ojo daba igual, lo importante era que al abrirlo nos esperaban los amaneceres en el mar, que son más chulos que los de las murallas de Inma por aquí en Pamplona. Mikel Erentxun sonaba como nunca y además nos dio permiso para meter algún tema de La Oreja de Van Gogh, porque Mallorca es el sabor de un beso en el mar.

Amaneceres guapos, que diría Zugasti, y playas y acantilados, y el Diario de Mallorca con un café en la arena. Y un muelle en la playa de Alcudia que parecía el de Oceanside. Y mucho guapo y guapa en la Cala de Pi, todos juntos, con un cuidadoso look desarreglado, dando la vida por un minuto de gloria en la arena de la famosa cala, sin darse cuenta que no tenían nada que hacer contra un ultrafondista en bañador. Perdedores de la vida, como los de los cochazos. Resiliencia, equilibrio, corazón y buenas marcas del maillot y culote.

Y nosotros dos, Irache y yo, con nuestros pre-adolescentes, buscando saltos de los acantilados y paisajes y wiffis para contarlo, porque somos adolescentes todavía, aunque algunos amigos empiecen a celebrar los 50 palos, y nos mola contarlo y compartirlo. Anclados en el lema de aquella camiseta que hicimos hace mil años con los juveniles del Villavés “niégate a ser mayor”.

Por supuesto que visitamos las cosas más típicas de la isla, claro, el cabo de Formentor, San Telmo, Alcudia, la tienda de Rapha en Mallorca y esas cosas que te dan la vida. Precioso todo, inolvidable la colección “Brevet” y el culote corto “Pro Team verde” a juego con el maillot, el chubasquero “Gore Tex Light Weight”, y las camisetas negras con el logo en rosa. ¡Mallorca es tan bonito!

Y así, a golpe entre alemanes e ingleses por un zumo de naranja en el estresante buffet del desayuno, esto también nuevo para la familia, fuimos llegando al aeropuerto de Palma, que el avión de vuelta a casa estaba pidiendo pista y nosotros ya teníamos la vida perfecta para podernos estrellar.
¡Qué corto fue el amor y qué largo el olvido!.

Y no tengo nada más que contar.

Bueno, en realidad sí, mi petición en el anterior blog para algún amigo desconocido allá por Andalucía sobre el Ultra Trail del Pico Veleta me ha vuelto en forma de dorsal. Así que en tres semanas estaré por Granada para subir corriendo los 50 kilómetros que separan el Paseo del Salón, en pleno centro de la ciudad, y lo más alto del Pico Veleta, con mi amiga Juli, o detrás de ella, o muy lejos de ella lo más probable. Los 3.000 metros de desnivel acumulado me dan más miedo que salir a soltar piernas con Mikel Baraibar, ahora sí ya no tengo nada más que contar.

Willow.

P.D.: Que me perdone Mikel Erentxun y los pocos fans que tengo en el blog, pero hoy me apetece compartir el primer vídeo que grabamos cuando empecé a intentar ser hombre bala. Dos minutos que me traen unos recuerdos acojonantes, con unas imágenes brutales y una música que es un disparate. Eternamente agradecido, Jesús.