“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

EL CUENTO DE LA TORMENTA DE FORMIGAL: SALDREMOS JUNTOS Y TAL

En una de nuestras últimas escapadas al pirineo dormimos en Formigal, en un hotelazo de 4 estrellas, con desayuno incluido, terraza en la habitación con vistas a la montaña y carta de almohadas. Vale, se nos fue la mano en la reserva pero era tal el ofertón que no lo pudimos rechazar, y saltamos del camping a otra dimensión desconocida para nosotros.

A poca distancia del hotelazo, mi sobrino Juan pateaba el alto pirineo en una travesía que terminaría en Candanchú en compañía de sus amigos, su tienda de campaña y su cándida adolescencia, que no tremenda como fue la mía, porque mi sobrino Juan, gracias a Dios, ha salido a su padre Miguel, Miguelín para el mundo escolar, como debe ser, y no ha salido a su tío el hombre bala y ahora un hombre en fuga.

Una de las noches se desencadenó un tormentón de verano, de esos que el cielo es del color de las hormigas, se levanta un viento fuerte y comienza una lluvia que parece una ducha para terminar en una granizada bestial.

La cosa se puso seria y bastante fea. La poca adolescencia que nos queda a Irache y a mí, hizo que compartiéramos la tormenta vía instagram desde la terraza con vistas al monte de nuestro hotelazo, de forma compulsiva, como siempre.

Unos metros más arriba, en el Ibon de Anayet, mi sobrino Juan las pasaba canutas en la tienda, el agua les empezaba a entrar a dentro, viento racheado, granizo, truenos.

Para nosotros era cuestión de cerrar la ventana, media vuelta y a dormir, que al día siguiente subíamos el Portalet en bicicleta. Cuestión de pasar las horas, nada más.

Para mi sobrino Juan era cuestión de contar los minutos hasta el amanecer, de esperar a que el rayo tonto no les cayera encima, de intentar mantener ropa seca con la que cambiarse cuanto la tormenta pasara, de supervivencia pura y dura. De pasarlo mal en definitiva.

La tormenta era la misma pero mi cuento y el de mi sobrino no tenían nada que ver.

O quizás sí, quizás podamos contar la tormenta en un único cuento, si paso por alto el hotelazo, utilizo el plural a saco y le meto un mensaje esperanzador, tan luminoso como vacío, algo como “y juntos conseguimos salvar aquella tormenta” quizás entonces pueda escribir un único cuento sobre la tormenta de Formigal, pero que al fin y al cabo será un cuento, porque la verdadera historia de la tormenta la tiene Juan.

¡Juan! No te quejes si cuento la tormenta obviando el hotelazo, que siempre puedes estar peor, puedo ir y quitarte la tienda de campaña. Así que a callar.

Os dejo, que me voy con Cano de paseo de viejo cascarrabias, eso yo, que el cielo de Cano todavía es azul y el mío se está poniendo del color de las hormigas, como la canción de Mikel Erentxun, porque la tormenta que azota a los periódicos me ha pillado en la tienda de campaña, como era de esperar por otra parte, y dicen que saldremos de ésta juntos y tal, pero no lo sé, lo único que tengo claro es que tengo frío, que no para de llover, que me empieza a entrar el agua y que no tengo carta de almohadas ni ganas de reír, y que el pobre Cano tiene ganado el cielo conmigo.

Ah! y que soy afortunado por tener una tienda de campaña, que podría estar en pelotas en medio del monte. Así que a llorar a la llorería.

Hay peligros de vida en tus ojos
Y hay inviernos más largos que la vida
Hay canciones muertas en la calle
Y hay golpes que vuelven a doler

Willow