Dice Iñaki que con el nuevo sillín selle Italia con los raíles de carbono le ha bajado a su bicicleta nueva 100 gramos, con las ruedas nuevas otros 300, calcula, y que está esperando una oportunidad, una señal, un motivo, algo, cualquier cosa para comprar un manillar con potencia integrada y volver a bajarle algo de peso.
Evidentemente a Iñaki le hace falta todo esto y además se lo merece, está claro. Como mi pequeño paso por la web de Rapha la semana que viene, que como siga currando en zona 5 en el periódico pinta que van a tener que fletar un contenedor en un barco de mercancías con el material que me va a hacer falta, y que además sin lugar a dudas, merezco.
Eduardo se parte de risa, porque es de risa fácil y buena persona y porque anda en las mismas, aunque con más moderación. Porque siempre ha sido más moderado que nosotros. Iñaki y yo le dábamos fuego a la vida y a veces nos quemábamos con ella y Eduardo y el resto de la cuadrilla se sentaban a ver la hoguera y comentar la jugada.
Amigos de una adolescencia que empezó cándida, se fue poniendo tremenda y terminó hace bien poco, con la luna a cuestas y el agua al cuello y que nos trajo este intento permanente de madurez actual con la nieve en los zapatos y el alma en los pies.
Seguimos igual, aunque ahora ya no quemamos la parte vieja de Pamplona ni Tenerife de norte a sur y con Renault Twingo incluido, porque aquellas vacaciones arrasamos hasta con el coche de alquiler. Ahora andamos con las bicicletas a vueltas. Ayer camino de Oroquieta y hace unos meses coronando el mítico Larrau entre nubes de olvido y vapores de alcohol.
Son unas salidas memorables porque tienen todo lo bueno de alguien que va avanzando poco a poco en un deporte y conoce sitios diferentes. La sorpresa de lo nuevo, el lugar, los kilómetros, el tiempo. Todo eso que a mí me falta desde que volví de la RAAM y que a ellos les está dando la vida.
Me dejo llevar sobre la bicicleta al ritmo feliz de 23 kilómetros por hora y les voy contando todo lo que he vivido con el ciclismo de larga distancia estos años, lugares, noches, tormentas, situaciones y me vengo arriba, claro.
Ahora estamos planeando un fin de semana por Argeles Gazóst, para primavera, tenemos el plan, bueno lo tengo yo que para eso soy Iriberri y a planes no nos gana nadie. Solo de pensarlo, de imaginarlo se nos alegra la cara. El Soulour y el Aubisque un día y al día siguiente el Tourmalet, después de una noche memorable de repaso de nuestra tremenda adolescencia al ritmo que nos vaya marcando nuestra prima, la San Miguel. El éxito y la reseca están asegurados.
En este nuevo modo de hombre en fuga en el que me he convertido quizás no me haga falta llegar muy lejos para estar a gusto sobre la bicicleta. Como dice mi amiga Cris a veces nos empeñamos en doblar la última esquina del fin del mundo buscando el dorado y tenemos tres horas de amistad incondicional y felicidad plena a la vuelta de la esquina. Cris además de tener la sonrisa más dulce de todo Facebook suele tener razón.
No tengo claro si estoy cambiando los números del Garmin por una buena conversación sobre la bicicleta o son los números los que me mandan los fines de semana a vivir otro tipo de ciclismo. Pero me está pareciendo igual de placentero y con menos estrés, bastante menos.
Hoy he vuelto a quedar con mis nuevos amigos del Tenis, con Dani y Chechu. Dos buenos cicloturistas con un motorazo grande y de fácil pedalada. Pero sencillos en sus salidas ciclistas, sin alardes ni más pretensiones que el disfrute compartido de la mañana sobre la bicicleta.
Estoy seguro que el día que les dé por apretar fuerte en un puerto podrán todo patas arriba. Sin embargo su planteamiento es diferente.
No abundan este tipo de cicloturistas, yo desde luego no lo soy. Es un poco el caso de otro cicloturista top de por aquí en Navarra, Txomin Zugasti, al que nunca le he visto entrar en más batalla que la de mantener el grupo unido cada salida y sin embargo recuerdo un par de ocasiones que lo había dado todo en un puerto y al llegar arriba allí estaba Txomin, a mi rueda y silbando.
Volveré a salir con Iñaki y con Eduardo y también con Dani y Chechu, les tengo que acabar de contar la RAAM y claro, 4950 kilómetros de carrera dan para muchas salidas más, muchas, muchísimas, casi tantas como para el repaso a la serie de despropósitos de nuestra adolescencia con Iñaki y Eduardo.
Ya veis que esta entrada al blog es bastante más azul que la de la semana pasada. Sin pandemia mundial, ni gobierno ni oposición, ni Garcia Adanero....nada.
Sigo en fuga, pero tal vez si me centro en bajarle peso a la bici de Iñaki, mi térmico nuevo de Rapha y dejarle bien claro a Chechu la batalla de los Apalaches, quizás entonces la vida sea bella. Este fin de semana lo ha sido, desde luego.
Willow