Dicen por el grupo cicloturista de Orkuci que los Unzué suelen animar a sus compañeros al grito de “¡con ilusión!”, y es cierto, yo lo he comprobado alguna vez. Pero no son los únicos en animar el cotarro de esa manera, Txomin Zugasti con los Iruñako va un paso más allá, “con alegría e ilusión”, esto también lo he comprobado y más de una vez. En realidad creo que Txomin va por la vida de esa manera, en su mente nunca va a llover y siempre queda poco para llegar. Lo mismo da que sea la noche cerrada por los pirineos catalanes o el amanecer llegando a Paris después de 600 kilómetros, siempre está de buen humor. Es tremendo. Lo conozco desde hace veinte años y sigue igual, ¡qué cabrón!, no sé cómo lo hace, al resto del mundo con el paso de los años cualquier cosa ya nos entra mal y para Txomin la vida parece tan bella como un test de 300 kilómetros a 35 de media.
Por suerte para los grupos cicloturistas de Navarra nunca he pertenecido a ninguno de ellos, aunque he ido con todos o casi todos y muy a gusto, y con algunos como Iruñako o Unión Ciclista Navarra bastante, para su desgracia.
Este año he conocido a los cicloturistas del Tenis. Se les metió en la cabeza hacer un reto solidario sobre 500 km en 24 horas por Navarra en favor de las asociaciones Gerna y Adacen, y tuvieron la mala idea de compartirlo conmigo. En fin. Quizás se hayan arrepentido, el tema kilómetros y tiempo me tiene loco desde hace años, tiempo y kilómetros. Difícil tema.
En el tenis también hay un Txomin o un Joaquín Unzué o un Recalde y Maestro cuando ordenaban el ganado en Unión Ciclista Navarra, en el Tenis se llama Daniel Ruano y en casa ya nos hemos hecho fan de él, otro influencer que entra en la familia, como Mikel Erentxun, Marta Martín y nuestro hermano Perdi.
A Dani, “El Presi” como le llaman, le ocupa y preocupan todos sus cicloturistas y este año además lo está dando todo con el reto del grupo. Como en una regresión a la cándida adolescencia en pleno viaje de estudios, se marcó la compra de 300 camisetas y la gestión de su venta mientras componía el calendario de salidas según las fases de la desescalada de la maldita pandemia, con más ganas que Alejando Valverde en el Mundial de Innsbruck.
Salvo “”El pelos” y Miguel Burdaspar, que les he visto ir tan rápido como al austriaco Strasser sobre sus bicicletas, ningún cicloturista me ha sorprendido, la verdad, sólo son cicloturistas como yo. Pero quizás la sorpresa del buen cicloturista esté en estos ejemplos.
Entiendo el cicloturismo como una suma de gente de diferente condición física y la capacidad de unir varios ritmos es el acierto de cualquier grupo y es en este punto donde Daniel, Txomín y toda esta gente hace un papel fundamental y para nada fácil. Saber afinar los sábados y domingos a unos cuantos tipos tan diferentes en sus ritmos sobre la bici y normalmente cansados después del trajín de la semana, tarea difícil.
Sin embargo en cada grupo de los que he ido he visto un “orgullo” de pertenencia al equipo, al maillot y a sus colores que es envidiable, tan envidiable que a veces pienso en sentar la cabeza y acabar en uno de ellos en plan “para siempre”, que el amor es eterno mientras dura, pero creo que me aburriría, la verdad, mientras me sigan acogiendo así de forma esporádica seguiré este plan de trota grupos. Aunque no coincidir con los mismos cicloturistas hace que tenga que estar contando las mismas historias de la RAAM, sus desiertos, el sueño y todo eso que a veces no quiero recordar, a veces. Ah! y volver a desmontar el mito de que la fuerza mental te hace acabar las carreras de 2000 kilómetros.
Creo que no valgo para ir en grupo sobre la bicicleta, cuando voy solo si mi parada para el café no es de un minuto ya me pongo nervioso, antes de que me lo sirvan ya estoy con el dinero en la mano. Con este panorama de azogue personal, en grupo una parada de quince tipos cada uno con su café diferente se convierte en un ejercicio de auto control para mí. Voy viendo lo que tardan en servir mientras mi cronómetro mental va a mil por hora, me parece todo una pérdida de tiempo, fusilaría al que se pide medio bocadillo y se lo tienen que hacer en cocina y le colgaría el teléfono al que llama a su casa para decir que va más tarde. Al final siempre me amoldo al grupo que voy, a su velocidad y a sus paradas, o eso creo.
El otro día en el Gran Premio de Jaunsaras, que es la vuelta a Jaunsaras en versión Iruñako, a Txomin le dijeron que era como el pastor del grupo, aquello me hizo gracia y me gustó, creo que es la mejor definición para él, para Dani o para el resto que se echa unos cuantos cicloturistas a la espalda y se tira años y años organizándoles la vida. Eso es eterno, como la letra de Diego Vasallo de Jardín de Rosas.
Hoy termino un gran fin de semana donde mi reto ha sido hacer absolutamente lo que me ha dado la gana, con Miguel y con Iciar, y lo hemos conseguido. Playa, bicicleta, carrera a pie, piscina y pistachos, muchos pistachos. Reto superado y sin echar mano de la fuerza mental esa que dicen que tengo y que yo todavía no la he visto. Por cierto, he corrido a pata por el bosque, algo nuevo para mí, y me ha encantado.
Desde Labenne Ocean, en mis queridas Landas, el lugar donde siempre quiero volver, se despide, el hombre bala.
Y no tengo nada más que contar, bueno sí, os dejo con Mikel y su Jardín de Rosas, porque eso de "dime tu nombre y te haré reina de un jardín de rosas" es eterno.
Willow.