“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

LA NUEVA NORMALIDAD, EL LUGAR DONDE QUIERO VOLVER

En las playas de Las Landas francesas la distancia de seguridad va de serie, como en el Camino de Santiago. Son dos de los mejores sitios para empezar a retomar la normalidad.

Porque la nueva normalidad es en la fase en la que me encuentro más cómodo y en la que llevo instalado los últimos quince o veinte años.
Y lo he celebrado a lo grande, como se merece. ¡Claro que sí! Y como buen ultrafondista venido a menos comprometido con la sociedad, he cumplido la nueva normativa a rajatabla.

A las 8 de la mañana del pasado domingo, unas horas después de entrar en la nueva normalidad, Mikel Erentxun en el mp4 y yo en la Pinarello Dogma F10 comenzábamos a cruzar provincias como si no hubiera un mañana, una detrás de otra, dirección Santiago de Compostela, y sin parar ni para tomar impulso.

El haber hecho ya tres veces el Camino de Santiago, de esta forma tan absurda que es “sin parar”, hace que no te sorprenda, pero no le quita nada al encanto que es unir dos puntos sobre la bicicleta, atravesando paisajes tan diversos como La Rioja y sus viñedos, las rectas entre Burgos y Sahagún y la parte preciosa, aunque siempre la pase de noche, del Bierzo leonés, para subir Piedrafita y que Galicia te dé la bienvenida con sus eucaliptos y sus cuestas, una detrás de otra.

Después de pasar noches sobre la bicicleta por medio Europa y todo Estados Unidos, la noche que más respeto me da es precisamente la que suelo hacer entre Sahagún y Ponferrada. Desde que en mi segundo Camino de Santiago me salió un lobo a saludar, siempre voy temblando, aunque me dijeron en Gordaliza del Pino, que no hacen nada pero a mí me sigue dando respeto entrar solo por allí.

El Camino es largo, para nada es un paseo para mí, es cierto que su kilometraje lo tengo bastante controlado, llegar a Santiago es una alegría inmensa pero ya no es una sorpresa como aquella primer vez en 2008. Lo que es un desastre si le damos dos vueltas. Yo tuve tiempo en mi pequeño viaje de 32 horas hacia allí de darle dos y hasta doscientas vueltas a todo. Y pensé en el palmarés tan chulo y tan absurdo que estaba labrando en la Ruta Jacobea. Cuatro veces el Camino sin parar. En realidad no vale para nada, ni siquiera puede ser referente para nadie, pero quizás lo absurdo sea intentar hacer del Camino algo imposible y del deportista un Ironman de turno, quizás lo bueno sea disfrutar de pedalear sin parar hasta Santiago y nada más, y entonces yo esté en el camino correcto.

No consigo quitarme las referencias con las que he vivido los últimos años encima de la bicicleta, cuando la Copa del Mundo me quitaba el sueño y me daba la vida. El tiempo y los kilómetros, el querer seguir y seguir y no parar, tiempo y kilómetros y horas tope, siempre sin parar. Me pasó cuando fui a Cambrils hace unos meses y me ha vuelto a pasar ahora. No consigo tener la tranquilidad de parar, de no mirar las horas, siempre quiero llegar cuanto antes. Aunque me proponga no mirar el reloj lo acabo mirando y haciendo mis cálculos y apretando a veces para llegar dentro de un tiempo que sólo yo me marco. Quitarme esa referencia constante en cuanto me subo a la bici puede ser mi siguiente frontera. Se lo contaba hace un tiempo a Santy Mozos, un amigo que ha pasado por todos los estados de ciclismo de larga distancia y ahora vive anclado en el puro placer de andar en bicicleta.

Pero la nueva normalidad también nos abrió la frontera con Francia y nos permitió volver al mar en familia, a nuestras playas de Las Landas. Cuatro días a pleno sol disfrutando como siempre de la bici y los baños, de la tranquilidad. Al contrario que mi vida camino hacia Santiago, estos días que acaban de terminar se han convertido en una buena pausa para tomar un impulso que hará mucha falta.

Mi amigo Natxo Azanza me recomendó encarecidamente correr por las playas de Las Landas, me aseguró que se podía hacer hasta 30 kilómetros sin ver a nadie. A mí aquello me sonó de maravilla. Me fío de Natxo. Le gusta vivir a caballo entre una fase 3 y la nueva normalidad, como a mí, debe ser un plan perfecto si lo haces con marea baja, a mí, como siempre no me salen las cosas a la primera, la marea estaba más que alta, así que volveré.

Acabamos de terminar cuatro días por allí realmente buenos, como fueron los otros cuatro de enero en Barcelona. A veces cambiar de aires es tremendamente positivo. Estamos tranquilos, hacemos deporte, leemos y dejamos que pasen las horas al sol. Aunque no hay forma de hacerse una foto familiar, Irache me hace más gordico y Miguel e Iciar mayor y selfies ya dejé de hacer hace años.

Una vez más, el hombre bala y su desdichada familia tienen por delante todo un verano sin vacaciones programadas, una ruta silenciosa y abismos entre las baldosas, que dice Diego Vasallo, un veranito más largo que las rectas de Kansas, pero al final de ellas, aparecerá el estado de Missouri y después Illinois, y por allí quizás aparezca Mikel Baraibar y con dos o tres escapadas debajo del brazo. Es solo cuestión de tener paciencia y seguir pedaleando sin parar, como cuando vas a Santiago de Compostela.

Termino, y cada vez antes, por cierto. Agosto y octubre van a ser meses bastante chulos para mí. He tenido la suerte de ser invitado a varios retos solidarios. ¿Quién me lo iba a decir hace unos años? Si os soy sincero, después de mis deciseis años en el Club Ciclista Villavés, llevaba un tiempo mirándome el ombligo y el Garmin a partes iguales, hasta que apareció Adolfo Sánchez y aquella aventura hacia Madrid. Esta vez pedalearemos desde Toledo hacia Alicante, Almería o donde diga. Yo a todo le digo que sí. A un tipo que pone en valor la acción humana del reto y no su ego deportivo personal siempre hay que decirle SÍ.

Y entre esos viajes tenemos otro por Navarra, de 500 kilómetros acompañando a los cicloturistas del Club de Tenis de Pamplona, en favor de Gerna y Adacen. Me caen bien, lo están preparando con mimo. Su temporada está siendo una fiesta porque cada kilometraje que pasan es una sorpresa y una alegría. Como aquel camino de Carlos Burguete hacia su Paris- Brest-Paris, son iguales, como lo fue el mío hacia Santiago en el 2008 o hacia la RAAM en 2018, porque la felicidad necesita de un futuro incierto. Esa es la clave.

Se me ha ido de líneas otra vez. ¡Disculpas!

Willow