Vivo el estado de alarma montado en la montaña Suiza de Monte Igueldo que alguna vez os he contado. Esto va con el carácter de cada uno y yo para lo bueno o para lo malo soy capaz de ver el fin del mundo y a los días ver la vida tan bella como cuando el amanecer me pillaba en cualquier carretera sobre mi bicicleta. La desescalada hacia la nada me está sentando de maravilla.
El hecho de volver a salir a correr, a pasear al sol con los críos o a rodar sobre la bicicleta me ha dado mucha vida. Me ayuda, sin duda, a llevar las preocupaciones que la mierda del covid 19 nos está dejando a todos si miramos al futuro, que pinta negro pero sobre la bicicleta y a pleno sol es un negro un poco más claro, ya casi gris plata como la palabra Pinarello de mi nueva bici.
A la vez estoy un poco harto de que cuestionemos todas las normas y que a cada una de ellas le intentemos dar la vuelta para “adaptarla” y a veces para no cumplirla. Y me aburre que con todo lo que tenemos encima estemos indignadísimos con cada medida que nos reprima un poco nuestras intenciones. Las normas a veces no tienen sentido pero tampoco lo tiene estar las 24 horas del día en permanente cabreo.
Mi mundo es el mundo cicloturista, el deporte por afición, nada más. No soy profesional y no cobro por andar en bici. Nadie me paga por ir a Cambrils sin parar en bicicleta y no me juego la comida familiar por subir Etxauri tres minutos más lento, ni tres ni diez. Ya saldremos del municipio a la provincia y de la provincia a Peñíscola o a Santiago, y sin parar.
Sabina decía que dejó de hacerse selfies al ombligo cuando el ictus lanzó su globo sonda. Aquí después de las semanas de confinamiento absoluto y del desastre en todos los aspectos que padecemos, hemos emprendido el viaje de vuelta del aplauso del balcón a nuestro ombligo, esto ya no hay quien lo arregle, vuelta al cabreo general. ¿Dónde ha quedado aquello de saldremos mejores de esta? Si es que estamos saliendo ahora de esto, lo hacemos igual que entramos. Mirando para casa.
Pero mirad, para mí esta última semana ha sido diferente y me ha gustado mucho ver que toda esta mierda tiene su lado bueno. He vuelto a correr a pata casi casi casi sin dolor y además Irache y yo volvemos a rodar juntos sobre la bicicleta, sin salir del municipio, vale, pero juntos y a veces, a las 20.00 horas nos damos un paseo tranquilamente por nuestro barrio de Lezkairu, viendo a la gente correr o andar en bicicleta. Me ha parecido tan chula la semana que firmo ahora repetir así la que viene.
Por cierto, que me parece perfecto ver todo tipo de movilidad ciclista por las calles de Pamplona, desde el triatleta con la cabra de contrarreloj hasta gente que ha desempolvado su vieja bicicleta de hace 30 años y sale a pedalear. El otro día vimos una Zeus amarilla y un tipo con un maillot del Kas igual que el que llevaba yo hace años en mi primera subida al Tourmalet. Nadie me molesta y espero no molestar. ¿Veis? Otra cosa buena de todo esto.
Inma: ¿Te estará gustando esta entrada no? ¿A que este blog tiene ya mejor pinta? Sigo para los fans, que esto pinta que se me va de líneas.
Hoy ha sido un gran día, he corrido 1 hora y 45 minutos, luego me he metido hora y media de rodillo y al mediodía hemos tenido una replica en el bkool de otra hora.
Eduard Barceló, si lees esto, espero que no te haga mucho daño a los ojos, se que no tiene mucho sentido, seguramente mañana no podré ni andar después de la carrerita a pie, pero era esto o meterme en bucle con el sinfín de cambios en la normativa de deporte en fase 1.
Además, el otro día quedé con mi amigo Mikel Berraondo que a partir de ahora íbamos a hacer las cosas a tope, sin sentido y a reventar, como si no hubiera un mañana, nada de ir poco a poco, no, a lo bestia. A Mikel le hizo gracia, para mí fue una señal.
Termino. El próximo confinamiento quiero que me pille en casa de Mikel Erentxun. Cada noche abre sus puertas y comparte dos temas acústicos vía Instagram. El otro día se marcó un “Blowing in the wind” con su hija Siena que me pareció la cosa más auténtica que he visto en un confinamiento familiar. Me devolvió al tema “Ojos de miel” que Mikel dedicó a su hija Siena en el disco Corazones. Esa canción la ponía para terminar todas las carreras que hice desde Austria en 2016 hasta Suiza en 2019, salvo en Eslovenia que utilicé “Libélulas” del disco "El hombre sin sombra"
Como dice Javier Escorzo, Mikel y Diego son mucho más que Duncan Dhu, y a veces estos momentos tan sencillos y auténticos, que nos transmiten, viajan desde aquí hasta Japón y hace que por unos minutos, lo que dura una canción, Mikel, Baraibar esta vez, y yo volvamos a pedalear juntos hacia Puente la Reina, con el viento a favor.
Azar y física si faltas tu.
Willow
Foto: Jesús Ara