Hoy he ido a ver a mis padres con la bicicleta de calle. Desde que comenzó este encierro de dos semanas, convertido en 43 días y subiendo, no había pasado por Pamplona en bicicleta. Voy a trabajar en bici, porque uno es esencial y un poco gilipollas, cada vez más por cierto, pero no me salgo ni un metro del camino más recto entre mi casa y el periódico. Mi bicicleta de calle (abrazo Carlos), el papel salvoconducto y yo nos ponemos en zona 5 pasando por el estadio de fútbol de El Sadar.
He visto una ciudad parada, me ha sorprendido, parecía un poco de película. Una ciudad triste, porque lo que estamos pasando lo es. Apagada. Quizás a partir de este domingo sea distinta, el paseo con nuestros hijos le va a dar otro color, seguro.
Iba con mi bicicleta por la carretera, tranquilo, la ciudad era tan amable que solo me preocupaba en pedalear y mirar las calles, nada más.
Me ha encantado el pequeño viaje de 10 minutos por Pamplona, casi tanto como el de los 400 kilómetros que me hice haces siete semanas a Cambrils para estrenar la bici. Es cierto que me acababa de bajar del rodillo, de una sesión intensa con Mikel Erentxun y las bandas sonoras de Forrest Gump y Náufrago, y claro, las endorfinas hace que la vida sea bella, aunque no lo sea.
Y me he acordado de la amabilización, y las posiciones inamovibles del peatón, ciclista, y conductor, ¿dónde habrá quedado eso? ¡Qué tiempos! Hasta se hacían foros para poner de acuerdo a todas las partes o para estar un rato discutiendo ya sabéis, mis derechos y tus obligaciones, no lo sé, pero en esas andábamos. Y le dábamos tantas vueltas que por momentos pensé que se nos iba de las manos en la calle y que íbamos a terminar enseñando nuestros derechos con ellas. Eran otros tiempos y lo peor de todo es que eran mucho mejores.
Imagino a aquel hombre que me hizo fotos circulando con la bici sobre la acera aburrido ahora en casa, también me lo imagino controlando el número de veces que salen a pasear a los perros, el tiempo que dura el paseo, la cantidad de compras a la semana de sus vecinos o si se paran en el trayecto del portal al contenedor de basura a llamar a algún amigo antes de volver a casa. Los de “mis derechos, tus obligaciones” de antes son los nuevos polis de balcón de ahora.
Ahora no hay rastro de la amabilización, como tampoco de la N-121 que también tenía sus páginas, sus foros, sus posiciones estanco. Ahora estamos inmersos en la mierda del covid-19, que nos está afectando a todos sin distinción, aunque alguno les está haciendo bailar de más, un baile feo, fúnebre a veces e injusto siempre.
Sin embargo, de todo lo que he leído y visto durante estos 43 días me quedo con la idea de que deberíamos aprovechar esta situación para hacer borrón y cuenta nueva en muchos aspectos y con el borrón no me refiero sólo a las enormes aportaciones de nuestros representantes en Madrid, Sergio Sayas y Carlos García Adanero, también me refiero a que cuando todo acabe sigamos en la linea de todo lo que la sociedad ahora mismo echa en falta, el paseo, el deporte, los planes familiares, la montaña, la bicicleta...todo esto es la movilidad más sostenible y amable que hay.
Recomendaría a todos seguir con el entusiasmo deportivo que este encierro familiar ha despertado. Porque ahora mismo mataríamos por llevar a los hijos andando al cole y con el viento a favor seguir hasta el trabajo. Que pasemos todos de los rodillos a la bicicleta y de la cinta de correr a la Vuelta del Castillo, sigamos bebiendo vasos de Roma y Ginebra, que dice Mikel Erentxun.
Y con toda la dureza de este maldita pandemia la sociedad se va metiendo en sus posiciones estancos, salvo cuando dan las 20.00 h y tocan los aplausos y el minuto de gloria al que pone la música para todo el vecindario, recibir unos aplausos debe ser algo chulo.
A mí las veces que me han aplaudido ha sido al terminar alguna de las carreras raras que hacía y llegaba tan jodido que apenas recuerdo nada. Si la cuarentena se alarga, pienso contraprogramarle a la del quinto y poner bien de música para arrancar unos aplausos ahora que mi carrera de ultrafondista ya no existe. Lo tengo todo preparado. Empezaré por el Resistiré, eso no falla. Luego buscaré algún cumpleaños en el vecindario para poner la canción esa de Parchís, luego entraré con algo de San Fermín que eso es éxito seguro y cuando tenga a la gente en mis manos, meteré Mikel Erentxun, y todos me aplaudirán a mí. Será tan eterno y fugaz como el minuto que dure.
Y además de todo esto hoy ha sido un gran día. Para el que haya llegado a este final del blog, que debe ser muy fan, he de confesar que me he saltado todas las normas del mundo del confinamiento y de camino de vuelta de casa de mis padres no he podido evitar llamar a Cano, y decirle que salga a esa terraza que tanto envidio y así, Cano desde el ático y yo desde la Vuelta del Castillo nos hemos cagado en el COVID 19, en los polis de ventana y en la vida en general. Yo, como siempre me he emocionado y él se ha reído, seguimos igual.
Nunca he dedicado un blog, y voy por las 130 entradas ya, pero éste lo quiero dedicar a mi amiga Raquel, a ella y a su familia, que quiero mandarles un abrazo virtual más grande que la peña que tenemos a medias, la Peña de Unzué. Volveremos con la familia y con Mikel Baraibar, porque Unzué es el lugar al que quiero volver.
Willow
P.D.: La foto del gran Jesús Caso y el temazo de Mikel Erentxun.