“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

UN DÍA MENOS, DOS SEMANAS MÁS

Cada vez veo peor todo esto. ¿Pesimista? No lo creo. O sí, no lo sé, solo tengo la certeza de lo que veo y lo que veo es desolador. Y no lo veo de otra forma, lo siento.
Hay inviernos más largos que la vida.

No puedo estar contento, ni ser optimista y pasar los días instalado en un “ganaremos el partido” cuando este maldito coronavirus nos está arrasando directamente. Ha destrozado todos los peldaños de la pirámide que hablábamos el otro día, aquella que leí a Eduard Barceló, y de golpe y plumazo nos ha dejado como hace 100 años, encerrados en una cueva pensando en cómo llenaremos la despensa dentro de unos meses, cuando salgamos del ERTE mundial en el que estamos metidos.
Hay luna llena hoy en tu risa.

Vuelta a la casilla de salida, a la base, a lo básico, a lo más primitivo, que no se mueva nadie, bueno sí, uno a por la compra y otro al periódico, porque somos esenciales, y un poco gilipollas y punto. Por la noche llamada a los abuelos que nos digan que están bien, si atinan con la videollamada, y nada más.
Hay peligros de vida en tus ojos.

Porque de bicicletas mejor ni hablamos, ni de unir Roncesvalles con Santiago de Compostela, ni Pamplona con Peñíscola, ni siquiera de tomar un café en Zubiri, de eso tampoco, Hace pocas semanas estaba inmerso en las clases de tecnificación de carrera y corría al amanecer como si no hubiera un mañana. Ahora subo corriendo las escaleras de casa y solo una vez, que son espacios comunes y no se puede abusar (un saludo Migueltxo).
Hay lobos aullando a mediodía.

Mientras, a fuera, pasamos el día viendo como el pico de todo no llega nunca, siguen los contagios, en Navarra podemos estar contentos, hoy lunes hemos tenido 155 contagiados como la primera semana de confinamiento, y siete muertos, antes de ayer veinte. Debe ir todo muy bien, aunque como dice mi querido Forrest Gump, por alguna extraña razón no lo veo así.
Hay canciones muertas en la calle.

Cada vez que leo eso de “un día menos” escucho “dos semanas más” a nuestro presidente, Pedro Sánchez, eso sí, debemos ser pioneros en las medidas que hemos aplicado en la crisis del coronavirus y también dice que saldremos fortalecidos de todo esto y juntos, pero ya sabéis por alguna extraña razón tampoco lo veo.
Hay golpes que vuelven a doler.

El que me conoce, o conozca este blog venido a menos, ya sabrá que no soy nada competitivo, que me ha gustado más ir por la vida con la bicicleta y los amigos a pleno sol. Nunca me ha preocupado que Straaser me saque 40 horas en las carreras pero sí que me dejé fuera de control, retirado, sin acabar el partido, eso no lo hubiera permitido. Ahora me veo perdiendo un partido por goleada, sin opción de ganar nada, porque veo que ya hemos perdido demasiado. Quiero que suspendan el partido y que lo hagan ya, para poder ir al vestuario y poder empezar a arreglar esta escabechina que tenemos delante. Hay silencios subiendo la escalera.

No sé, esto se va al garete al ritmo de “Resistiré”, un himno que no me gusta nada, además que vas a pensar de una canción que salen más los triunfitos como Bisbal que Mikel Erentxun, pues eso, no puede traer nada bueno.

Se me hace tarde, ya han pasado las 20.00 h, ya no llego, pero mañana saldré a la ventana para poner el “¿Quién me ha robado el mes de abril?” de Joaquín Sabina, lo pondré más alto que el Riau Riau, el Resistiré y el cumpleaños feliz de Parchís, que aquí también toca de vez en cuando, ya me veo al vecindario a voz en grito.
“¿Quién me ha robado el mes de abril? ¿Cómo pudo sucederme a mí? Lo guardaba en el cajón, donde guardo el corazón”

Pero mientras tanto, siempre me queda el ping pong con Miguel, las clases de inglés que me prepara la pequeña Iciar, los concursos de cenas y el tráfico de rodillos y mancuernas que rula por el vecindario, eso si que es bueno, y sin música, solo con una sonrisa. Y las stories en Instagram de mi amiga Juli llenas de alegría como aquella canción de brazos abiertos que tanto me gusta y las llamadas con mis hermanos Perdi y Mikel, que son eternas, y esperar.

Otra vez a perder un partido, sin tocar el balón.