“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

LA VIDA AVANZA CON EL LABIO PARTIDO

Me he convertido en nada, porque fallaba todo.

Estoy en una fase en la que empiezo a no reconocerme, he dejado de correr de un lado a otro, los días ya no tienen 28 horas, sólo 24 y a veces de noche, hasta las cuento. Me parecía que dejar el club de las horas contadas en el que había convertido mi vida iba a ser un planazo, o por lo menos un buen plan. No lo sé.

Quizás sea el empacho de Forrest Gump que nos estamos dando, su manera de simplificar la vida, ya sabéis, cuando tenía hambre comía, cuando tenía sueño dormía y cuando tenía ganas de….pues iba. Punto.

Los últimos quince años de mi vida llegaba a casa de entrenar y en cinco minutos salía vestido de calle a seguir zampándome el día. Y cuando incorporé a Eduard Barceló y sus entrenamientos eso ya fue mi terremoto particular. La vida iba a toda leche, no tengo claro si era una felicidad plena, no tenía tiempo de pararme a pensar en ello.

Ahora los días simplemente pasan. Vuelvo a salir en bicicleta de madrugada por el puro placer de ver la luz del foco y el amanecer detrás del Castillo de Irulegui y repito salida al mediodía pero un rato, nada más. Desde que desfiló la Specialized del pasillo de casa ya no he vuelto a subir ni un solo puerto. La vueltas con la vieja Prince se reducen a Monreal o a Aranguren, no he vuelto a pasar de las dos horas de bicicleta de carretera.

A veces salgo a andar en bici y me vuelvo a la hora teniendo mucho más tiempo para seguir pedaleando. Creo que es una señal de cambio, de un cambio que considero a peor. Creo que he vivido una eterna adolescencia con mi bicicleta, o gracias a ella. La cándida adolescencia.

Y me acuerdo de no hace muchos años, con aquellas generaciones del Club Ciclista Villavés con las que tanto disfruté, cuando dejé de sentirme un Guimard de la vida y de disputar el tour de Francia de Dicastillo para convertirme en el mejor de los monitores de ocio y tiempo libre (que eso es un entrenador de deporte base) que había. Entonces llenábamos las temporadas de excursiones y salidas con o sin bici. Y teníamos varios lemas por bandera: Uno de ellos “Niégate a ser mayor”, lo llegamos a estampar en una camiseta, mientras jurábamos que comer y dormir era una pérdida de tiempo, quizás entonces los días empezaron a tener 28 horas. En fin.

Yo me niego a ser mayor, está claro, pero uno deja de hacer cosas poco a poco, como cuando volví hace unos meses a Peña Castelar, y no pude sentarme con los pies colgando al vació desde la piedra en la que tantas veces lo había hecho en mi tremenda adolescencia e intento de madurez posterior. Estoy en un cara o cruz en el duelo con los años.

Si veo peligro me voy para otro lado, si no lo tengo claro no entro a nada y si algo puede acabar en discusión doy la razón y hago como que no pasa nada. Y sigo.

Buff, no hay quien me aguante, va, volvemos al hoy, al día a día del hombre bala, que soy yo, por si no lo sabíais.

Los fines de semana voy dando pena a la tristeza con la bicicleta de montaña, por lo menos para abajo, pero es una pena que tiene gracia, soy malísimo y creo que ya no tengo solución. Mi amigo Juan Unzué dice que mire más allá de mi rueda delantera para anticiparme a las piedras, a veces de la hago caso, algunas veces. Y que suelte freno bajando ¡anda ya!. Juan tiene mucha paciencia, entre que me tiene que esperar en las bajadas y que siempre le cuento las mismas batallitas no entiendo cómo sigue quedando conmigo. Hoy le he vuelto a contar la batalla de los Apalaches con Michael Conti en la RAAM, qué pobre. Se sabe también mis carreras que hay veces que me corrige mi propia historia.

Los martes me he apuntado a unas clases de tecnificación de carrera a pie, con el grupo de triatlón de Aranguren. Son muy majos y hacemos cosas diferentes, me está gustando el tema. Poco a poco voy corriendo más días seguidos y con menos molestias. Los ejercicios de técnica sobre las escaleras es lo que peor llevo, como siempre, creo que soy el último de la clase, pero esta situación me es familiar, me he pasado la vida persiguiendo al resto de la clase, el último de la fila.

Y los viernes los dedico a mis hermanos los Japoneses, Marta y Mikel.

A Marta desde que se fue a trabajar a Madrid para el Comité Olímpico Internacional y las olimpiadas de Japón en el horizonte, le mando todos los viernes una canción. Ya os podéis imaginar de quién. Pero en mi favor diré que estoy toda la semana dándole vueltas al tema que le voy a mandar, la voy eligiendo mientras corro al amanecer, igual el martes ya la tengo decidida y el miércoles escucho otra que me parece mejor todavía y la cambio. Yo, fiel a mi cita, se la envío los viernes pero creo que ella no la escucha hasta el domingo. Normal, por otra parte, estar en Madrid un viernes a punto de comerte el fin de semana y que te llegue un video de Erentxun con su Gibson en un acústico imagino que no será lo más chulo para recibir, bueno, para mi desde luego que sí, pero Marta es “sensiblemente” más joven que yo.

Con Marta preparar la RAAM fue mejor que correrla, seguir con ella en nuestra prórroga de 2019 en Italia y Suiza fue muy importante para mí. Creo que estos años con ella ha sido de las cosas más chulas que me ha dado la bicicleta. Enganchado en su reflejo.

Y lo de Mikel es peor. Ya lleva más de un año en Japón y al pobre le mando canciones, fotos de bicicletas, enlaces de carreras, capturas de pantallas de todo tipo, hasta la ubicación de la cafetería en la que tomábamos el café después de nuestras noches con la bicicleta, cuando voy por allí, y todo a todas horas. Le escribo mucho, sobre todo cuando estoy contento, que coincide cuando estamos llenos de planes y proyectos, son las cartas de antes pero al correo electrónico de ahora, le pego unas chapas impresionantes, es mi hermano, así que da igual. Y los viernes tenemos nuestra llamada de wassap. Pero no es lo mismo.

A Mikel, como a Marta, le echo muchísimo de menos. Tengo muchas ganas de tenerle por aquí otra vez para andar en bicicleta. Ya tenemos el recorrido que vamos a dar el primer día que volvamos a salir juntos en bici, será la vuelta a Puente con café y pincho en el Jacue. Cuento los días.

También he tenido mi primer contacto con el mundo "juevintxo", no nos fue mal a Irache y a mi. Empezamos a las 20.00 h y para las 22.00 h. ya estábamos en casa y nos sobró la última hora. A mi me parece que la gente grita demasiado en los bares, además se nos colaba todo el mundo al pedir y nosotros, ya sabéis, hacíamos como que no pasaba nada y esperábamos. Vamos a repetir, a ver se le vemos algo bueno al tema, a parte de la cerveza. Esta mañana mi compañera Almudena me ha dicho que era normal todo esto, que podía doblar la edad de la gente que iba al dichoso juevintxo. La flechas vuelan por el periódico, pero a pesar de todo Almudena me cae bien.

Estos balcones que asoman a un tiempo que se ha ido.

Willow.