"Mamá siempre decía que había que dejar atrás el pasado antes de seguir adelante. Creo que por eso corrí tanto. Había corrido 3 años 2 meses 14 días y 16 horas".
Me encanta la película Forrest Gump y cuanto más la veo más me gusta. Estoy en bucle, como con la Race Across Amèrica. Me parece un peliculón en toda regla. Y es que en casa la vemos, creo, una vez cada dos meses. Tremendo.
Vamos llorando mucho y riendo a veces, pero ya a partir de la vuelta definitiva de Forrest Gump con Jenny ya no paramos de llorar. Al final, cuando la película cierra el círculo montando a su hijo en el autobús escolar tenemos que llamar al 112, nos falta el aliento.
A mí me da igual, he llorado tanto por todos los lados que ya le he cogido el gustillo, pero a los críos eso de llorar viendo una peli no les mola. Miguel hace lo que puede y cuando no puede más disimula. Creo que sigue mis pasos y la pequeña Iciar emplea la técnica de no mirar a la tele, como en las pelis de miedo.
El caso es que el personaje de Forrest Gump me tiene totalmente enamorado. Sentado en el banco esperando a un autobús al que al final no sube, con su caja de bombones y contando cómo consigue lo que se propone, sin darle ninguna importancia. “Y no tengo nada más que contar”, dice cuando termina sus historias, como quitando importancia a lo contado.
Los seis minutos de película que dura la aventura corriendo de Forrest Gump son como volver a nuestra pequeña Race Across América, por los paisajes, por las referencias de los océanos, de los estados que allí pasamos, pero sobre todo por la decisión de correr y correr y seguir corriendo por el puro placer de hacerlo, y nada más. Esa es la clave que realmente me ha enganchado al personaje de Forrest Gump.
Muchas veces me han preguntado por qué empecé con las largas distancias. Al principio contestaba que por la curiosidad de ver qué pasaba al conseguir kilometrajes cada vez más altos, luego ya las carreras, la consecución de días y noches. Pero en realidad no ha sido hasta este año que decidí simplificar todo esto contestando que simplemente soy feliz sobre la bicicleta. Nada más. Para mí cruzar Estados Unidos en bicicleta fue el mejor plan de mi vida, hacer tercero o quinto o el treinta no vale nada al lado de los once días que pedaleé junto con mis amigos del equipo de apoyo. Eso es eterno.
Me encanta la idea de Forrest Gump:
“Aquel día, sin ningún motivo, decidí salir a correr un poco” . “Y llegué hasta el océano y cuando llegué allí pensé, podía dar la vuelta y seguir corriendo”. “Tenía ganas de correr, y me gustaba correr”
Y Forrest Gump pensaba mucho, en su mamá, en el Teniente Dan, y en Jenny, sobre todo en ella, y seguía corriendo sin ningún motivo. Y la gente le empezó a seguir, decía que daba esperanza pero él no entendía nada de eso. Solo corría. Me encanta todo.
La clave de la sencillez de todo esto es lo que me tiene loco. Es un viaje a lo auténtico, a la esencia de la vida, imagino. Es como cuando a Mikel Baráibar le preguntaron qué le movía para llegar con su bicicleta hasta Santiago de Compostela sin parar, y dijo que sobre la bici era feliz. Punto.
Me encantaría que algún gurú influencer de estos que navegan a la deriva por las RRSS hiciera una marca personal sobre el personaje de Forrest Gump. Nos vendría bien un viaje de vuelta a la realidad de lo que nos mueve para poder estar luego tres años, dos meses, y catorce días corriendo, o por lo menos para no ponerle un disfraz y un lazo a cada cosa que hacemos para después venderlo a la sociedad, y lo más osados “al mundo”. Que hay gente que habla y dedica las cosas al mundo entero incluso se auto elevan a la categoría de “planetarios”.
En fin , ya veis, yo sigo dando vueltas sobre la misma idea. Además sigo sin bicicleta, aunque ya le queda poco, así que para ser sincero, como Forrest, ahora estoy un poco más triste.
Pero no pasa nada, la vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar. Creo que el siguiente bombón tendrá forma de bici, con una P de Pinarello bien grande, y espero que llegue pronto. Mis nuevos mejores amigos de Madrid y Toledo, con Adolfo Sanchez a la cabeza, se han propuesto vender 20.000 piruletas y pedalear 400 kilómetros para hacer la vida algo más fácil a tres niños. Aviso que Adolfo es como Forrest Gump, creedme, que lo conozco, lo hará seguro. Pedaleará todos los kilómetros y venderá hasta la última piruleta y cuando termine dirá aquello de “y no tengo nada más que contar”. Y a por la siguiente.
“Aquel día, sin ningún motivo, decidí salir a correr un poco”
Willow.