Mañana comienza la Race Across América, me pilla en casa, claro, comenzando la preparación para una nueva carrera que ya compartiré pronto, pero es inevitable no volver otra vez a esa carrera que para mí no ha terminado.
Ha pasado un año justo desde que salí a entrenar con Perdi por el muelle de Oceanside, un año intentando pasar página a todo lo que viví allí con el equipo de apoyo, no lo consigo. No puedo darle la vuelta a la carrera y disfrutar de lo que he hecho. Como me dice la gente, “eso ya lo tienes para toda la vida”.
¿Pero qué tengo para toda la vida? Porque llevo este año con una sensación de pena por saber que fue memorable y ya nunca va a volver a pasar. Es un desastre de planteamiento, lo sé.
Mi mundo en Facebook gira últimamente en torno a la RAAM, a sus corredores y corredores de otros años, veteranos de la prueba y organizadores y con este panorama estos días están siendo desoladores para mí.
De momento estamos en el Parking de Oceanside y su muelle, venga y dale todo el día. La carrera está allí, pero pronto saldrá y llegarán las imágenes de paisajes, de sus Time Station. Pasarán por Arizona y dormirán en Congress. Verán el Monument Valley y Mexican Hut y Tuba City y Ulises y el Dorado y qué sé yo cuantos sitios más.
A mí ahora cada sitio me devuelve un recuerdo, una situación siempre compartida, un detalle, una frase, una canción, un abrazo, y me da mucha pena no volver a pasar por todo aquello y con todos y cada uno de mi equipo: Óscar, Arantxa, Perdi, Marta, Xabitxu y Asier.
Es cierto que hay pocos corredores que repitan año tras año la carrera, Strasser, Zamboni, Baloh (a veces) y Seana Hogan. El resto va y vuelve, más va que vuelve, el presupuesto manda pero la motivación debe ser importante y la determinación también. Yo hoy por hoy aunque tuviera el presupuesto me veo sin la motivación ni la determinación de hacerla otra vez.
Creo que la RAAM me ha pasado por encima y no levanto cabeza. Ya no hay palabras de consuelo en la derrota.
Quizás un año sea poco para pasar página. Tampoco las charlas que vamos dando ayudan a limpiar la cabeza de todo aquello. Ni siquiera las pruebas como la de Italia y la que me viene pronto evitan que vuelva un día tras otro a la RAAM, al año previo y a cómo fuimos capaces de construir un equipo y levantar un presupuesto y recibir tanto cariño.
Fuimos tan felices y nos salió tan bien que ando como la canción mexicana: “Ayer lloraba por verte, llorona, y hoy lloro porque te vi”.
En el Boulevard de la desazón, clavo mi bandera.