Mi amigo Imanol Vidal me dijo al volver de nuestra pequeña RAAM aquello de “Show must go on” , o eso creo, porque era una noche de San Fermín y lo estaba dando todo, como acostumbro a hacer en la bici y en la vida.
Todavía tenía la clavícula perfecta y en casa las dos Canyon. Era cuestión de pasar el verano, desconectar y dejar que llegara el otoño para ver qué hacía con mi vida deportiva.
Lo que vino después ya lo sabéis. Al palo físico de la RAAM, se le unió el palo que le di al Renault Megane y a mi clavícula, el que se llevó nuestra cuenta cerrando los pagos de la RAAM y lo impuestos que todo patrocinio lleva y el palo de ver desfilar las dos Canyon de vuelta a Klobenz (Alemania).
Recibir tanto palo no mola nada. Todo lo que no estaba en mi mano se iba al traste. El verano se hizo muy duro. A veces cuando me decían sobre la RAAM aquello de “que te quiten lo bailado” yo pensaba “pues ojalá”.
Lo que vino después del maldito verano fue una consecución de buenas noticias, un soplo de aire a favor como el de las rectas de Kansas.
Mi amigo Josetxo Buján a través de su empresa Tecreo me abrió las puertas de Ciclos Larequi y ellos, la familia Larequi, me abrieron su brazos, como en esa canción de brazos abiertos que tanto me gusta escribir últimamente.
Volvimos a conectar todos allí, en Ciclos Larequi, fue rápido, ya nos conocíamos de hace bastantes años. Les conté la situación, no sabía todavía que iba a hacer con mi vida deportiva, pero vi muchas ganas de colaborar, ideas, facilidades y mucha ilusión. Me gustó mucho todo aquello.
En menos de dos horas volvía a tener bicicletas y tenía sentido intentar volver a la Copa del Mundo de Ultrafondo. Tenía sentido porque tenía bicicletas. Buenas bicicletas y en un ambiente bueno, claro, sencillo y realista y con mil ideas por hacer.
Ahora ya es real porque a la lista de buenas noticias se ha sumado un apoyo económico, que todavía no puedo contar y que me cuesta no hacerlo, porque tengo muchísimas ganas de compartirlo con todos. ¡Una colaboración que hará que el maillot cambie de color pero manteniendo a nuestro Cafenasa de toda la vida!
La Race Across Italy es mi siguiente objetivo. Y estoy a tope con esta carrera. Por primera vez en mi vida voy a competir en una carrera de Copa del Mundo mirando la clasificación. Hasta ahora, como ya sabéis, he ido dando pasos inciertos, para hacerlos certeros y conseguir llegar hasta completar la Race Across América.
Pensaba que ya nada me iba a llamar la atención pero ¿por qué no aprovechar todo lo que he aprendido estos años para intentar ir todo lo rápido que pueda en Italia o en cualquier prueba de Copa del Mundo? ¿Por qué no cambiar el chip del “intentar acabar” a “mirar la clasificación”? (Lo de disputar me da un poco de vergüenza escribirlo).
Son 775 kilómetros así que no tengo el problema del sueño, no hay paradas, lo tengo comprobado. Tiene 12.000 metros de desnivel acumulado, me va. ¡Y encima en Italia no hay desiertos!
Además allí va a estar el segundo clasificado en la RAAM 2018, Ralph Diseviscourt, también mi amigo de la Race Around Austria Alex Greisberger, que tengo ganas de darle un abrazo, gente buena para conocer como el alemán Tobias Bailer y un buen puñado de corredores que tienen una Race Across América en sus piernas. Va a estar muy bien.
Eduard Barceló, que es lo mejor que se me ha cruzado en mi vida de intento de ultrafondista, ha diseñado unos entrenamientos nuevos con mucho cariño y haciendo mil números, trabajar con él es una ventaja para mí.
Estoy motivado, muy motivado con este proyecto. No tenemos las incertidumbres de otros años, cuando fui a Austria y ya no os digo nada cuando preparábamos la RAAM. Ahora sabemos a lo que vamos y lo que nos vamos a encontrar y podemos hacerlo bien.
La rueda no para de girar, está claro. Imanol estará contento, me lo imagino, y me alegra.
Ahora como siempre, ¡qué no llueva en Italia! ¡Ah, bueno, que llevo discos! Pues venga, ¡qué llueva lo que haga falta!