“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

DESPIÉRTAME CALIFORNIA JUNTO A TI.

No tengo claro cómo me voy a levantar de la silla cuando acabe esta entrada al blog. Tengo la piernas literalmente rotas. Estaba cansado de correr al amanecer y rodar con la bici de monte por la carretera por la tarde. Esas malditas cubiertas de tractor por el asfalto no las aguanto. No soporto la velocidad de mierda en los sitios donde he ido infinitamente más rápido. Hoy he corrido 10 kilómetros al amanecer y 20 más al mediodía.

Estaba preparado para la vuelta de la RAAM, sabía que los desiertos, las rectas de Kansas y la absurda batalla de los Apalaches iban a volver una y otra vez allá por donde fuera, como así ha sido, calle, piscina, trabajo, ahora la vuelta al cole que es vuelta a lo mismo.

No me quejo, para nada. Además es señal de que lo hicimos muy bien, llegó a la gente y le interesó. Y es que muchos te cuentan la estrategia que llevaron otros corredores, gente que ni conocía la RAAM y que ahora son auténticos fans de la carrera. La madre de una amiga de Iciar me dijo que lo último que hacía antes de dormir y lo primero al levantarse era mirar cómo iba, así los 11 días, ¿chulo no?. Y bien de mensajes de todo tipo y de mil maneras. Esta misma mañana me han escrito desde Méjico preguntado por mi clavícula. ¡Increíble! Me gusta y me hace ilusión y me alegra haber conectado así.

Pero no todo ha sido un paseo lleno de enhorabuenas, de “te seguimos mucho” y “eso te quedará para siempre” y tal, no, no.

Al regreso tuvimos que retomar el presupuesto. Habíamos llegado a la meta pero la RAAM no había terminado. Todavía quedaba hacer frente a los pagos de las tarjetas que llevamos allí y pagar el IVA de los patrocinios económicos.

Aunque el equipo llevó una economía de guerra total, el día a día y el no llevar autocaravana hizo que los pagos de julio y agosto hicieran su propio Everesting, para que me entienda el mundo de los retos.

Pero llegamos, para eso también estábamos preparados. Y estábamos preparados porque tuvimos la enorme suerte de contar con M. Torres al final del camino y porque mis compañeros de curro me convencieron para hacer la acción de la venta de las Time Station, por los 53 “locosentierra” que pusieron su nombre allí. Por Andrés, por Miguel, ¡viva MexicanHut y el dorado y Ulises con su leyenda que nunca me acuerdo! , por tantos y por todos ellos. Por eso hemos caído de pie, casi nos estampamos, cierto, pero no, al final lo hemos conseguido. ¡Gracias!

Donde no caímos tan bien fue bajando Artazu, bueno caer caer caí perfecto, doble salto mortal con tirabuzón y contra un coche y clavícula rota. ¡Eh! y la ropa de Cafenasa sin ningún rasguño! ¿Caí bien o no? ¿Y la Canyon? Nada. Caí perfecto.

Esto ya me gustó menos. No llevaba ni un mes aquí. Fue como pasar de los Apalaches al sofá sin poder moverme. Y mientras yo seguía contando la RAAM a todo el que me paraba pero ahora tenía que escuchar que "si solo tienes clavícula has tenido suerte" y "peor habría sido si te pasa en mayo". Que sí que sí, una suerte inmensa. Una gozada, vamos, que estoy pensando en repetir la caída, cualquier día.

Como no puedo estar parado a los dos días me busqué una bici estática en el gimnasio de la piscina en la que subía el manillar y así el peso del cuerpo no caía sobre el único brazo que lo agarraba. Mi amiga Ceci, a la entrada, me preguntaba cada mañana cómo estaba y me daba muchos ánimos y yo se lo agradecía mucho, y de allí hasta llegar a la bici pasaban 50 minutos. Una eternidad si los empleas en ponerte un culote y un maillot y subir un piso. Luego dos horas haciendo nada porque aparte de sudar como un cerdo aquello yo creo que no valía para nada y vuelta a otros 50 minutos hasta que salía de allí.

Y en esas estaba, con el cabestrillo, de mi corazón a mis asuntos, cuando Canyon se acordó de mí y de mis bicicletas, y me volvieron a felicitar por todo lo que había conseguido, por mi humildad, por mi esfuerzo titánico , por conseguir todo lo que me propongo en la vida y por poner el corazón en la marca. Casi nada.

A la semana siguiente las bicis se iban de casa por donde habían venido, en sus cajicas de Canyon. El pasillo de casa quedaba vacío y mi corazón con la marca, claro, de vuelta a Koblenz (Alemania) porque encima de la bici de monte ya no baila igual.

Vaya por delante que estoy muy agradecido a la marca por estos años, me han tratado muy bien, siempre. Esperaba rodar con las bicis más tiempo, desde luego, pero los plazos no los marco yo, ni el cambio en el patrocinio, ni los intereses de la marca, está claro, si no Julian Sanz tendría un par de Canyon y 5000 euros para ir a Borrego Springs el mes que viene. La vida duele si aprietan el corazón.

Les tengo muchísimo cariño a las bicicletas, a éstas últimas y a la del año de Austria. Sí que es cierto que he puesto el corazón en la marca, eso me lo creo. Siempre cuidadas, siempre limpias. Me encantaba enseñarlas, es verdad, hasta me acompañaban al cole a llevar a los críos y de allí al trabajo. Miguel e Iciar me decían que era para hacerme el chulico y en parte tenían razón, porque estaba realmente feliz con las bicis. Además me parecía que darles un paseo a la entrada del cole era una buena forma de enseñar la marca. Bueno, por el cole y por televisión y prensa nacional y local y redes y donde haga falta. El amor es eterno mientras dura. Pero quizá nos volvamos a encontrar ¿por qué no? La puerta se ha quedado abierta y mi corazón en la marca.

Bueno, ya estamos sin clavícula y sin bicis, pero con los pagos al día y además todavía conservamos la vieja Pinarello Prince, que por cierto, con ella ganó Purito la etapa reina de la Tirreno Adriático del 2008.

La tendríamos que compartir Irache y yo pero tampoco solemos coincidir en bici así que bien. Además con esa Pinarello hice la Paris Brest Paris en 48 horas, un Camino de Santiago y las Mil millas de Italia. Es una buena bici. Con sus once añicos pero con unos recuerdos acojonantes.

Pasaron las cuatro semanas de la caída, y con el consentimiento de la doctora Morais, claro, volví a la carretera sin puertos y no más de una hora. ¡Por fin! El aire me daba en la cara y el sol ni os cuento. La vida es más bella en bicicleta, no hay duda.

Me lancé a correr y a la bici, como en los buenos tiempos con Eduard, trasmisión de la fuerza a saco. Hora de correr y hora de bici y poco a poco más y más. La clavícula molestaba cada vez menos.

Todo iba bien hasta que una mañana me levanté y el pasillo de casa se me hizo más largo que la maldita recta de Kansas que he tenido que contar mil veces. A cada paso se hunde el lodo, salta un reptil y acechan diez que dice Silvio Rodriguez.

Si fuera un influencer de la vida, a la vista está que no lo soy, diría que tenía algo en las lumbares, pero a mí me dolían los riñones, lo siento. Salía a correr y me volvía a los 100 metros y con la vieja Prince llegaba a los 20 kms.

La posición que llevaba en las Canyon ya estaba a años luz de la que llevaba hace años, vuelta a la casilla de salida. Ultrafondo del bueno, ultrafondo de mierda. Sin hijo, ni árbol, ni libro, esto también es de Silvio.

No quedaba otra que utilizar la bici de monte. La misma que había puesto en venta una semana antes ya que según la doctora mi clavícula necesitaba como cinco meses antes de una buena bajada de piedras.

Bici de monte por carretera y poco a poco. Bici de monte por el paseo del Arga. Curioso cómo cambia el cuento. 5.000 kilómetros seguidos cruzando desiertos, las rocosas, tormentas, coyotes, serpientes, ciervos, Apalaches y qué se yo y a los dos meses al paseo del Arga y gracias.

La vida avanza con el labio partido. Pero avanza, aunque a veces quiero que no avance porque no me fío de lo que pueda venir y otras quiero que retroceda porque me gustaría volver a la salida de la RAAM para ver con Perdi el muelle de Oceanside, para morirme de calor en los desiertos y volver a subir con Marta el Wolf Creek Pass, que aunque lo escriba mal ella me deja hacerlo y volver a mandar a la mierda a Óscar a Xabitxu y a Arantxa allá por las variantes de Washington cuando, con su paciencia, me llevaron a meta. Para que Asier cumpla y me traiga lo que le pedí allá por Kentuky, creo.

Ahora con la clavícula casi bien, la RAAM cuadrada y cerrado el presupuesto y sin Canyon en el pasillo de casa, el mapa del salón de Estados Unidos ya no pinta el recorrido, ya no me da miedo,ahora me devuelve imágenes, cosas, situaciones, personas, caras, abrazos, canciones, un millón de sueños dorados bajo el sol. Ahora el mapa me pone un poco triste, porque ser tercero está muy bien, vivirlo es la leche, que lo hayamos vivido es una pena. Porque la RAAM ha pasado, y muy rápida. La RAAM ha terminado.Como la llorona mexicana "Ayer lloraba por verte llorona y hoy lloro por qué vi".

Volverá Strasser el año que viene, que le vaya bien con sus vatios y su record, y Conti y Alberto Blanco y el Japonés con su equipo fisgón de apoyo, y Seana Hoogan y Nicole Reist, los dulces sueños volverán.

Volverá mi hermano Mikel Baraibar de Japón, otra despedida más que hemos tenido este verano, y quizás con él volvamos a Austria, a la Race Around Austria, o más lejos, no lo sé, siempre quise ir a L.A, dejar un día esta ciudad, cruzar el charco en su compañía (grande el Loco).

Quizá Mikel cierre su círculo, como yo lo he hecho, aunque a veces me parece que me he quedado dentro, sin poder salir para sentarme tranquilamente a verlo. Quizá Mikel no tenga ningún círculo que cerrar, no lo sé, pero haga lo que haga, allí estaré con él.

Hoy he corrido 10 kilómetros al amanecer y 20 por la tarde. No creo que sirva para mucho más que no poder volver a correr en tres o cuatro días. No soporto la velocidad de la bici de monte por la carretera, no vuelvo al gimnasio ni loco y al sofá menos. Tras el amor vinieron pala y socavón.

¿Qué? ¿Un poco largo, no? ¿Triste? El que haya llegado hasta aquí es realmente fan. A ver quién pone en Facebook “soy fan”, venga, que os imagino dándole al me gusta sin leerlo, cabrones , bueno esto lo hemos hecho todos, la verdad.

Lo sé, vaya mierda de Influencer estoy hecho! Dice Eduard que es el síndrome post carrera. Si lo dice él será así. Pero a mí me ha dado de lleno, pidiendo tiempo muerto, sin empezar a tocar la guitarra y con los dedicos cruzados.

Superviviente sí, ¡maldita sea!