Nos hemos pasado el año estudiando los problemas de la RAAM para ponerles soluciones. Problema / solución y así uno detrás de otro. Y allí mismo, durante los once días que bailamos la Canyon el equipo tuvo que improvisar los nuevos que fueron saliendo y que no teníamos contemplados.
Y fueron muchos. Una serpiente en medio de la carretera enrollada y asomando la cabeza dispuesta a saludarme, obras inesperadas que volvían loco nuestra navegación y nuestra paciencia, tormentas de viento y granizo, pinchazos, caídas, zonas sin gasolineras para nuestros vehículos de seguimiento…y allí, como lo contamos, estaban ellos, el equipo de apoyo, mis amigos.
Una de las cosas que siempre me llamó la atención fue el tema de los desiertos. Quizá desde que le vi a Julián utilizar un chaleco de hielo para atravesarlos. Aquello me dejó impactado. Realmente había un problema con los desiertos. Y eso que aquí el pequeño ultrafondista se ha cruzado los monegros varias veces camino de Peñíscola, pero los monegros son como la tercera división en la liga del calor.
Así que Marta, siempre Marta, contactó con la empresa Izi Boody Cooling proveedor de este tipo de chalecos del Team Sunweb entre otros equipos profesionales. La respuesta vino de la mano de José M. Lago quien se implicó desde el minuto uno con el proyecto RAAM.
Nosotros le explicamos nuestras condiciones de logísitica y los tres desiertos que teníamos que atravesar. No era fácil. Casi 400 kilómetros a más de 45 grados de día y de noche si bajar de 30 y dos furgonetas, una con nevera, danzando detrás de mí.
El chaleco llegó, y las instrucciones de cómo debíamos activar aquellos cuadraditos de polímero también, que no era más que sumergirlo en agua unos minutos y secarlo con la mano de arriba abajo. De allí al cuerpo y encima el maillot.
Aquellos cuadraditos se hinchaban con el agua enfriándose y bajando la temperatura unos 10-15 grados. Cada 10 horas repetíamos la operación y listo.
Problema / solución. Punto.
El segundo desierto fue especialmente duro, al chaleco tuvimos que incorporar toallas empapadas en agua fría y litros y litros de agua. Tres cambios de culote cada día para evitar que el rozamiento de la sal que produce el sudor puediera acabar en heridas y yagas. Los dos vehículos se daban apoyo en espacios más cortos y con muchísima paciencia conseguimos salir de los desiertos como entramos.
Como siempre, la gestión de Marta fue un acierto, encontrarnos con José M. Lago fue una suerte tremenda y tener el chaleco fue la solución a un problema que nos podía haber costado la RAAM, como vimos en otros corredores.
Queda verano por delante, el chaleco en el armario y a mil kilómetros dirección sur tenemos la entrada al Sahara, que no es Arizona pero le da mil vueltas a los monegros. Ahora que Cano se vaya de vacaciones a Marrakech y ya lo tenemos.