“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

RAAM III Y FINAL: NO VOY A CAMBIAR, NO VOY A CAER, NO VOY A PERDER, ME HAN CRECIDO ALAS EN LAS CICATRICES.

A Michael Conti le fuimos cambiando de nacionalidad según avanzaba la RAAM, ayer mismo me lo recordaba mi amigo José Carlos Caballero.
"¡Que Conti no es italiano, Willow, que es americano!"
Que sí, que sí, José Carlos, vale, pero en nuestro equipo habíamos estudiado más el recorrido que a los corredores. Así que Conti paso de ser australiano a italiano y ya al final, cuando llegaron los malditos Apalaches, sólo entonces ya fue el americano Conti.

Sin duda alguna, de todos los corredores que conocí en la carrera, me quedo con él, con Michael Conti, y con su equipo que siempre, siempre tenía unos ánimos sinceros y alegres para nosotros. También los mejicanos de Andrés Rodríguez, al que fui a saludar a su llegada a meta. Andrés me pareció un deportista con una voluntad a prueba de kilómetros, tormentas y todo lo que le echaran.

Con los otros corredores apenas hablábamos mucho. Cuando intercambiábamos las posiciones y un poco, vi que para ellos la carrera era una batalla cuerpo a cuerpo con el resto de participantes. De hecho, uno de ellos lo único que me dijo fue: "Te espero en la meta de Annapolis para saludarte". Eso era como un "te paso y si puedo te hundo". ¡Qué majo! Al final, en la meta de Annapolis, le tenía que haber esperado yo, pero 15 horas me parecían demasiado. Estaba cansado y el tipo no merecía mucho la espera.

Para Conti, no. Creo que para él, la RAAM era terminar un ciclo de una pequeña historia que debía cerrar, era una batalla contra la carrera, como la mía. Lo supe en los Apalaches, supe su historia con la carrera.

Conti hizo una carrera perfecta, rápida y con unas paradas cada 24 horas bastante parecidas a las mías. Conti es elegante dentro y fuera de la carrera, un señor, un tipo humilde fuera de la bici que no me esperaba, sencillo y hasta tímido. En la bici un gran ciclista. Conecté con él.

Los Apalaches no molan, la verdad. Seguramente porque es el final de la carrera y vuelven otra vez los puertos, algunos bastante duros y muy seguidos, y uno ya está fundido.

De los Apalaches y el final de la RAAM, me quedo con las personas que se acercaron al pie de la carretera a saludarme: ¡Welcome, Javier! ¡Good job, Javier! De locos. Que le reconozcan a uno en la piscina, está bien, es divertido. Que salgan a saludarte en EEUU a pie de carretera, es muy emocionante. Lástima que mi inglés de nivel preescolar solo me daba para un tímido "thanks", acompañado de un par de palmadas en el corazón, alguna foto y, si estaba en zona 5 de emociones, un buen abrazo.

También en los Apalaches siguieron las tormentas y nosotros con nuestra rutina. Es cierto que poco a poco nuestro ritmo era estable, sin grandes pájaras ni alardes, sin muchos picos arriba y abajo. Con nuestro guion, estábamos más cerca del tercero que del sexto en la carrera y, sin querer, yo iba mirando más la posición que la meta. Y sin darnos cuenta metimos millas a los de atrás y recortamos millas al tercero, a Michael Conti.

Pillarle me hizo ilusión, lo confieso, por unos momentos era el tercero de la carrera, por unos momentos, ya que la rutina nos metía a dormir en media hora. Y también por unos momentos dudé en mandar a la rutina a la mierda y tirar para adelante e intentar distanciar más a los corredores, no lo hice.

Además, me habría perdido unos globos con las letras de Willow y una tortilla de patatas de Perdi. No, no, no.

Acortamos la parada a una hora de sueño y salí mirando directo a la clasificación, disputando por primera vez la carrera contra los otros corredores.

Me costó pillar el ritmo de otras noches. Estaba bastante nervioso. Imagino que con la meta cada vez más cercana y con 4600 kilómetros no rendía bien, pero al paso de un par de horas lo encontré. Seguí dando todo lo que podía y volví a dar alcance a Conti, esta vez estaba parado en la bajada de un puerto.

A partir de este momento, apreté en la siguiente TS que era enlazar cuatro puertos, con sus subidas y bajadas. Seguí apretando.
Por la mañana, llegó el bajón que solía llegar por las tardes. Y así nos mantuvimos prácticamente hasta la línea de meta. Apretaba una hora y otra de paseo, y vuelta a empezar, eso hacía mantenerme en la tercera posición.

Esa fue toda la batalla de los Apalaches. Una batalla patética (sé que no suena muy bien, ni épico ni nada de eso pero a estas alturas del partido digo lo que pienso, nada más). Y así fue como no disfruté del final de la carrera.

Ir tercero está muy bien, pero mantenerlo con casi 5000 kilómetros es un auténtico desastre; también para el equipo. Ellos me mantenían vivo durante ese final. Con tanto esfuerzo, estaba perdiendo el sentido de la carrera como tal.

Me aferré a la idea de la última TS de 60 millas de bajada y el final cuando no era así. Todavía quedaban unas millas por las variantes de Washington y otras tantas escoltado por la organización con sirenas en plan homenaje, que yo no entendía, hasta el muelle de Annapolis.

Yo solo quería que me dejaran en paz y ponerme "Ojos de miel" para cruzar la meta como siempre lo he hecho.

Una vez más, el equipo se hizo cargo de la situación y me llevó hasta la meta con una paciencia infinita. La misma que tuvieron en los días previos en Oceanside, en los desiertos, en Durango, en las tormentas, la entrada de los Apalaches, la pérdida de navegación y todas las noches y días haciendo comidas, lavando ropas, limpiando y arreglando bicis, navegando por el maldito Garmin y los tracks.

Y después de todo esto, todavía gritaron de alegría conmigo debajo del arco de meta. La RAAM tiene estas cosas, que sólo puedes vivir allí y en apenas 10 minutos. No sé si el viaje de dos años merece la pena, pero ese tiempo en el muelle de Annapolis, lo llevaremos los siete siempre con nosotros.

Conseguimos parar la rueda de la Canyon en la llegada, como siempre había escrito. Paramos el tiempo casi 24 horas antes de lo que habíamos pensado. Estuvimos en la gala de premios y nos llevamos dos, tercero y mejor rookie (debutante). Nosotros, que apenas llenábamos la mitad de la mesa redonda de 12 personas que tenía reservada cada equipo, los que no teníamos ninguna experiencia en la RAAM, lo que iban sin autocaravana, y en cierto modo sin vergüenza. Increíble.

Jamás pensé en un resultado así. Me quedo con el tiempo y no con el puesto, que en una RAAM "tipo" habría estado entre el sexto y octavo de la prueba.

No es fácil gestionar que todo ha terminado, la RAAM y todo lo que lleva. Han sido dos años duros hasta llegar a la salida y once días tremendos hasta poder acabar todo. Estoy feliz y también tengo una sensación de vacío, que, según Eduard Barceló, es un síndrome chungo post-carrera, pero que se pasa.

Duermo mal, tengo pesadillas, voy de la cama a la nevera y vuelta y de allí a trabajar y los ratos de tranquilidad, normalmente me vienen las emociones por lo vivido.

Ha sido tremendo. No podía hacerme una idea de la magnitud de todo, carrera, esfuerzo, sentimientos, lazos con la familia y el equipo, hasta que no he acabado la prueba.

Ahora mismo estoy demasiado cansado para pensar qué voy a hacer con mi vida deportiva la próxima temporada, de momento me he ganado un verano lleno de helados y cafés y ritmos tranquilos con los amigos y mucha piscina.

Aunque realmente no se que puede quedar con la bici que me pueda hacer vibrar tanto como estos últimos años. Tendré que ir a Marcalain a ver qué pasa, como siempre.

Gracias y mil gracias por el seguimiento, por todas las muestras de cariño y de apoyo, por vivirlo con nosotros de esta forma.

Claro que, si hemos llegado a la salida, ha sido gracias a los patrocinios y colaboraciones: M. TORRES, CANYON, CAFENASA, GABOL, NUTERGIA, ORNITORRINCO, VERTIX, KUNAP, CARNICERIA DE POTRO, TRELOCK, LUCK, PEAK VISION.

Los amigos de las TS que completaron el presupuesto, locosentierra ellos también. Y también a la gente de las RRSS (pensaba que nunca escribiría esto) porque algunos me han emocionado
.
Mi "pequeña" RAAM va para Irache, Iciar y Miguel, porque sin ellos ni siquiera podría soñar con hacer nada.

Para Óscar, Xabitxu, Marta, Asier, Perdi y Arantxa, auténticos "locosentierra", un viento a favor durante este último año y un abrazo eterno en EEUU y a fuera lo malo.

A Mikel Baráibar, Cano, Andrés Goñi, Imanol Vidal, Agui, Joseba, Josetxo Buján, Miguel A. Carrera y Xabi Zandio por tanto y por todo.

A todos los amigos, todas las buenas conexiones que hemos tenido, todos ya lo sabéis.

Siempre quedará la mañana de mañana.

¡MUCHAS GRACIAS!!!!