¿Se puede mantener una rutina de 21 horas de bici y 3 de descanso metiendo cuatro tormentas, dos cambios de recorrido por inundaciones, tres pinchazos, una caida y dos pérdidas en el track por obras?
Comenzamos. En las Rocosas, nada era un desastre como en Durango y ni la vida era bella como a la salida de Congress, pero volvíamos a estar centrados y la carrera tenía otra vez su guion.
El Wolf Creek Pass (creo que cada vez lo escribo de una manera) fue el aliado perfecto para tomar distancia y ver las cosas con la cabeza más fría. Una ascensión de muchísimos kilómetros siguiendo el foco en una noche perfecta hasta llegar a sus 3350 metros de altura, bueno que Marta Martín te vaya cantando una y otra vez eso de "a fuera lo malo" también ayuda, ¿no?.
Todavía seguía entre los diez primeros de la carrera a pesar del bajón de Durango. En el seguimiento de la RAAM, pronosticaban que el "pequeño escalador español ascenderá muchos puestos en la clasificación después de las Rocosas"...y casi.
La bajada fue tremenda, el chubasquero del Kathusa hizo su primera aparición y es que esta prenda tiene para una entrada al blog propia (abrazo Joseba). Tras la bajada, todo fue a mejor: el viento a favor, los primeros llanos de kilómetros y kilómetros y la Speed Max, el modelo de contra reloj de Canyon, a todo trapo. Y sí, recortamos puestos.
Fue un día muy bueno, camino de las rectas de Kansas, y de la parada en Trinidad, precioso en el recorrido, con puertos y llanos, lagos y un paisaje verde navarro, como en casa. Volví a tomar en cierto modo el mando de la situación, mirando las TS, sus altimetrías y planeando las paradas. La pedalada era muy buena y volvía a estar de lleno en carrera.
Kansas y sus rectas estaban encima nuestra. Para entonces la "rutina" que me había repetido Mikel Baráibar durante meses la aplicábamos a rajatabla. Y fue un acierto.
Habíamos pasado los dos desiertos, la primera tirada de 28 horas sin parar, el fuera de control y las Rocosas. Llegaba la rutina.
Y la rutina no es otra cosa que pedalear 21 horas seguidas y parar sobre 3-4, siempre en la misma hora del día, entre las 8 de la tarde y las 11 de la noche. De esta forma, conseguíamos evitar la desorientación, los ataques de sueño, las alucinaciones, ya sabéis, esos atascos a la salida de Bilbao que vi pasando Graz en Austria y que tanto recuerda mi amigo Juan Unzué.
El equipo funcionaba a la perfección, media hora de masaje y cena, dos de dormir (con dos mensajes a Irache y Cano de buenas noches), media hora de activación de Óscar y a la bici. Normalmente era Xabitxu era el que me despertaba con un "Willow, ya es la hora" y allí estábamos Canela, el peluche de Iciar, y yo, cagándonos en Xabitxu y en la RAAM pero los cinco primeros minutos, luego me abrazaba uno a uno con todos y a la carretera.El día de la marmota.
Normalmente, la noche iba muy bien, la temperatura era muy buena y la pedalada perfecta, los días dependían un poco del terreno y las tardes patéticas y vuelta a la parada.
Ayer hablaba con Julián otra vez, necesitaba esta conversación, la verdad.. Coincidíamos en la importancia de hacer estos últimos 100 kilómetros lentos pero hacerlos. También en su dureza ya que uno no entrena esa situación. Nadie hace un entrenamiento reventado a 23 por hora durante 5 horas. No sabemos hacerlo, pero necesitaba esos kilómetros para ir llenando los días. Y lo haces. Nadie sabe cuánto se sufre en esos momentos. Me lo decía Julián antes de la carrera "llegarás a situaciones extremas en las que nadie te puede sacar, sólo tú te puedes ayudar" y, hasta que no llegué, no lo vi.
Estas situaciones vienen en la RAAM de muchas formas. Creo que la mayoría las salva el equipo, pero el bajonazo físico que ataca cada día es cuestión tuya, de nadie más.
Esa parte central de la RAAM no fue fácil, sí lo fueron las rectas de Kansas, en las que tuvimos otra vez el viento a favor, y yo tuve mi mejor día sobre la bici. Curioso que con 2000 kilómetros y dos pajarones buenos pueda rendir de esta forma. Aquellas rectas con la Speed Max quedarán para siempre en mi memoria. Metí sobre 500 kms entre descanso y descanso, avancé en las posiciones y salimos de Kansas en quinta posición. Fui realmente feliz en la RAAM, fue un día perfecto.
Parecía que volvíamos a tener el control total de la carrera, buena posición, tiempo sobre el fuera de control, era cuestión de seguir "la rutina".
Pero, ¿cómo seguir la rutina si le metes cuatro tormentas de unas cuantas horas, tres días seguidos, una caída, tres pinchazos, dos cambios de recorrido por inundaciones (más kilómetros) y una hora y tres cuartos perdidos por unas obras de última hora?
Venga, que sí, lo sabéis, el equipo. El equipo tuvo una prueba de fuego en su convivencia, en la TS de Washington City, en la que la organización envió la información a los equipos aconsejando que pararan por una fuerte tormenta con granizo que se esperaba en el recorrido. Momento delicado, ya que contábamos con 390 kms este día y de parar allí las cosas se nos iban a complicar mucho en los siguientes días.
División de opiniones, seguir o parar. No era fácil la decisión. El móvil de Asier corroboraba el mensaje de la organización, yo sólo veía la posibilidad de completar 500 kms y darle otro bocado a la carrera. Perdi empujaba a jugárnosla, aseguraba que no nos tocaba la tormenta, yo necesitaba creer en algo que creo que el propio Perdi no creía, pero en él tome prestada la seguridad que buscaba y nos la jugamos, seguimos. No hubo tormenta aunque fue la noche que nos perdimos, pero lo pasamos y todos a una. Equipo otra vez.
Este es un ejemplo de varias ocasiones en las que se ven las cosas de diferente manera, sobre todo desde el coche y cómo las veía yo desde la bici. Las llegadas a cualquier TS no son como me imaginaba y a veces la interpretación del perfil por parte del equipo tampoco. Pero siempre viajábamos juntos, estábamos juntos en esto y lo teníamos llevar a buen puerto, juntos.
La RAAM no es tan diferente de las Mil millas de Italia, o la Bordeaux Paris de los últimos años o las carreras de Tierra Estella de Juveniles. Si, en América también están empeñados en enseñarte todas las maravillas de la zona vía repechos y puertos, todas, y si te tienes que salir, subir dos puertos y volver a la misma carretera con 2000 metros más de desnivel acumulado, te sales y punto. Y hay cosas que a mí me desesperan. Recorridos y pasos "extras" que no aportan nada y te desgastan hasta vaciarte.
Me voy despidiendo, he hablado poco de carrera para centrarme en las situaciones que vivimos dentro, explicar la rutina que nos llevo a Annapolis.
Lo más duro está por llegar, los Apalaches y el final y no por la famosa "batalla de los Apalaches". Cuando la cuente, os vais a echar a reír. Sino porque tuvimos que mantener "la rutina" hasta el final, si queríamos llegar.
Os puedo asegurar que, en una carrera como la RAAM, entre el tercero y el décimo (no suele llegar muchos más) no hay más que un error en el sueño, una parada más larga o un fallo en cualquier comida, nada más.
Los Apalaches fueron duros ya que por primera vez en la RAAM me metí en la disputa de las posiciones. ¿Cómo se puede disputar algo con 4500 kilómetros en las piernas?
Va, para la último blog.