Conocí la carne de potro cuando tenía unos ocho años, hace muy poco. Una enfermedad que según el doctor Arazuri se llamaba “velocidad” me dejó en cama 10 días seguidos.
- ¿Me va a pinchar mamá?
- No, Javi, tranquilo, sólo vamos para que te vea.
El diagnóstico después del par de banderillas que te caían al entran en la consulta fue claro. Reposo y “jugo” de carne de caballo dos veces al día, chute de hierro directo a la sangre. (Ahora se llamaría Recovery).
Me acuerdo de la prensa de hierro azul y lo que me gustaba aquel líquido que salía de exprimir la carne. Encima, mi madre, para echarle “más hierro" al asunto, me compró un caballo de juguete precioso, que trotaba en mis rodillas, daba coces como ninguno y dormía conmigo por las noches.
Imagino que le habría puesto nombre, como mi hija Iciar a sus tres peluches de dormir: Blue, Monkey y Canela. (Quiere que me lleve a Canela a la RAAM para que me haga compañía).
No todo fue hierro en mi infancia y adolescencia, después del episodio “velocidad”, tuve mis escarceos carnívoros con las hamburguesas del Carrusel de la Plaza de Europa de Salou y las salchichas de las cenas de los viernes, todo muy bueno.
Incluso en mis años con más pena que gloria en el Villavés, mi madre ponía para cenar una chuleta antes de las carreras, y bien de pasta. ¡Ah, y en el botellín Isostar con Ceregumil! Lo llevaba Michel Malumbres y, claro, aquello funcionaba seguro. (Ahora sería influencer).
En realidad, no hay nada inventado en el mundo de la alimentación deportiva, de la recuperación, de los aportes de vitaminas, minerales y hierro en periodos fuertes de entrenamiento y competición. Nada inventado, pero sí ajustado.
Como en el resto de temas de mi vida intentando ser ultrafondista, la alimentación ha ido cambiando y mi vuelta al mundo de la carne de potro fue hace unos diez años.
De la mano de Cano (quién si no él), conocí la Carnicería de Potro Goñi y a los Goñi. Y la mano de Marichu, la abuela dulce y trabajadora de la familia Goñi, volvió a poner en mi mesa el jugo de carne y, en las manos de Iciar y Miguel, siempre unos picos de queso y una sonrisa.
No hace falta ser un Ultra de la vida para cuidarse, comer sano y prepararse para el día a día tremendo que tenemos todos, pero en mi caso me ayuda.
No es cuestión de sensaciones sino de los valores que ofrece esta carne en cuanto a más hierro y proteína y menos grasas.
Solomillo, entrecot, filetes, hamburguesas, escalopes, cecina (esto para los del trabajo algunos viernes)...y este año, para mí, el hígado de potro los jueves para estar preparado para los entrenamientos del fin de semana, ya sabéis, la maldita zona 5.
La carne de potro de Goñi ahora se sitúa en la última Time Station de la Race Across América, en la meta de Annapolis (Washington), pero ha estado conmigo en todas las pruebas que he hecho en los últimos años, con mi familia, con mi madre y aquella prensa de hierro azul y en aquel caballo de juguete que como se me ha olvidado el nombre le voy a llamar "El potro de los Goñi".