EL ULTRAFONDISTA, LA SAN SILVESTRE Y LA BICICLETA DE SAKIRA
Mi amigo Cano se desespera conmigo y a menudo me suele decir: “¡Pero Willow, tú no puedes hacer nada normal? ¿Por qué siempre tiene que ser todo a tope, llevado al quinto extremo?. Y tiene razón, pero la verdad no sé hacer las cosas de otra forma, disfruto haciéndolas así!
Mirad, aquí el Ultrafondista venido a menos, le pega a esto tan popular del running tres días a la semana y tres meses al año (octubre, noviembre y diciembre). Comienzo siempre trotando por hierba y con muchos dolores y acabo haciendo hora y media metiendo algo de asfalto, muy poco, lo tramos que me llevan de un parque a otro de la ciudad.
Este deporte, como el ciclismo, también tiene sus valores de referencia, en este caso son los minutos por kilómetro y cómo no, nuestra vieja amiga, la pulsación. También me ha ayudado en esta evolución los últimos 7 años que llevamos mi amiga Cristina y yo con los críos de carrera en carrera. Animando a pie de asfalto a Boris, Irache, Cano, Joseba, David, Ruben y unos cuantos amigos más. Y no es ir a verles pasar no, cuando acaban y salen con las endorfinas por las nubes y al grito de Cano “¡Yo necesito un cañón!”, procedemos a escuchar pacientemente sus crónicas, sensaciones, anécdotas y el sinfín de datos que sus Garmin de turno les han reportado. Y claro, aquí uno se va quedando poco a poco con la copla y en estos meses de correr los tengo a fuego en mis pensamientos.
Intento correr todo lo rápido que puedo, pero lamentablemente mis piernas, en especial mis aductores, están para lo que están, para pedalear y el dolor del impacto contra el suelo de la carrera a pie en esta zona impide que pueda ir más rápido y alcanzar una pulsación más alta. Pero yo a lo mío, y cuando salgo, salgo desbocado y llego pidiendo la hora a casa. Y poco a poco, a medida que voy bajando ese dolor voy bajando en los tiempos. Los últimos entrenamientos de hora y media ya corría por los 4 min y 15 segundos el kilómetro, aunque al día siguiente prácticamente no podía ni andar sin buscar una pared para apoyarme. Me salía una media maratón y a currar. Ale, nada normal, todo a lo burro, todo intenso. Marca de la casa.
El pasado día 31 de diciembre, corrimos la San Silvestre, como hace ni sé la de años, con algunos ex corredores del Villavés a los que entrené y con los que guardo muy buena relación, y como no podía ser de otra forma, a tope.
En realidad la San Silvestre de este año ya tenía pinta de que iba a haber dolor, mucho dolor. Yo iba pasando datos de mis entrenos entre mis amigos del mundo runner, me iba poniendo en su lugar en cualquier cross popular de esos que acaba todo el mundo a tope y no con Cristina detrás de la valla, imaginando cómo podría ser un ritmo compitiendo con su salida, su meta, su gente animando….
Así que tenía fecha de cross, aunque corto y popular, había carrera, tenía datos de entrenamientos y ya el tema se me fue de las manos cuando Mikel Baraibar a principio de la semana me dijo lo siguiente: “¡Willow, yo en la San Silvestre voy a salir a tope, a reventar, me da igual, lo voy a dar todo!!”.
Estaba claro, la cita era importante y había que darlo todo y más, me preparé como se debe preparar uno para las grandes citas, dos cafés de Cafenasa, el MP4 con los dos auriculares colocados a todo volumen, con 5 canciones elegidas para el momento: Cuatro directos de Mikel Erentxun y La Bicicleta de Shakira (ésta culpa de Marta Martín) y a la salida.
Pim, Pam, Pum… fuego!!!
Crónica: Salida a tope, recorrido a tope y llegada a tope.
Resultado:
-Distancia: 5 kms. Tiempo: 18 min y 08 seg. Ritmo/km: 3 min 35 seg. Pulso medio: 179 ppm
Ayer día de año nuevo desayuné con Ibuprofeno y juro que no salí a celebrar la nochevieja. El palo al cuerpo había sido importante y a mis piernas un atropello en toda regla. Pero había que estar a la altura del evento, de estos últimos meses y darlo todo. Lo dimos, allí se quedaron mis piernas, en Burlada. Espero pasar en unos cinco días a recogerlas que enero es tiempo de series y Eduard Barceló no perdona.