En unos 30 minutos Adur y yo teníamos cargada la furgoneta con tres bicicletas desmontadas, sus seis ruedas en fundas y unos dieciocho bolsos en el maletero. Todo listo, todo dentro, nada fuera. Entre Pamplona y Calpe, el nuevo disco de villancicos de MIkel Erentxun, un repaso a la temporada 2024 de juveniles y varios KOMS imaginarios por Rates y Bernia, porque somos adolescentes y tenemos licencia para que se nos vaya la pinza y no pase nada. Y por mucho que Pogacar haya pulverizado el record del Col de Rates hace unos días, nosotros llevamos a Adur, el ganador de la montaña en Loiti, y está empeñado en escribir en Strava un “Por la mañana, Rates”. Al loro.
A Calpe llegamos como siempre, con la luna a cuestas y el agua al cuello, ya sabéis, pero llegamos. Atrás, a mil millas de aquí, dejamos el uno de enero con los escaparates dormidos, un periódico que se ha convertido en un cronoescalada infinita a la que a cada paso salta un reptil y acechan diez, como dice Silvio, y un paisaje a bajo cero donde el sol siempre está por llegar.
Por aquí todo bien, no os preocupéis, está todo en su lugar. Pello Arellano con Ibai Azanza, como siempre, como debe ser, los pros del DSM, el Soudal, el Tudor, un buen puñado de Kern Pharma y como dos millones de ciclistas y cicloturistas más preparando su temporada, unos la París Niza y los otros ni idea, pero me imagino que sus pequeños campeonatos del mundo con la grupeta de su casa. Que ni tan mal, porque eso es como nuestro KOM de Rates, uno se monta la película y cada sábado corre un mundial y al Instagram rápido y el lunes a celebrarlo en el trabajo, aventuras guapas.
El mar de plata que dejamos a nuestras orillas el año pasado sigue intacto, como en la canción de “Ángel en llamas”, esperándonos desde aquí a la eternidad, que es una gran espera, como el incendio en alta mar en el que se convierte el amanecer y que cada madrugada me recibe sobre mis zapatillas, a golpe de los acordes de la Guibson de Mikel Erentxun y Quique González. Unos momentos que valen una eternidad, un rato de felicidad absoluta, con el peñón de Ifach adornando los fotones de mi parte adolescente venida a menos. La eternidad al portador.
Irache vuela sobre Rates mientras se va cruzando con Paula Ostiz y Van der Poel, aunque en casa celebramos mucho más a Paula, como celebramos las carreras de Iciar por el paseo Marítimo hasta la punta del puerto, donde me debe una copita de un segmento de Strava con la que vacilar a Eneko, como siempre, como cada vez que salimos de fuga familiar. Parece que mañana será el día, lo podréis ver en Strava, esa maldita app que maldecí durante tantos años y ahora he caído como cae un ángel. Desde aquí pido la pena de muerte para el que la inventó.
Y Miguel y Adur de la bici a sus libros y de sus libros a dormir, concentración de principio de temporada y final de la adolescencia, concentración de felicidad plena. Con sus bicicletas, un buen despliegue de barritas y gominolas para darle alegría al corazón, con la conciencia tranquila y la rabia precisa (como en “El disparadero” de Quique González), mirando a este 2025 con ganas de reventarlo todo, porque a su edad, todo es ahora y nada es eterno, como debe ser.
Por la mañana rodar, ya sabéis, y correr, y disfrutar como dice mi amiga María a mil millas de Calpe desde la cima del monte Isasa, por la mañana también sufrir detrás de los pros que les van adelantando. Y por la mañana, aquí en Calpe como en Villava, Adur, el ciclismo base hecho sonrisa, nuestro amigo de guardia desde aquí a la eternidad, como el mar de plata de Calpe.
Eso hasta aquí, pero tranquilos, que todavía nos queda un último incendio en alta mar, una posible copa en algún segmento de mala muerte en Strava, y el último baile sobre las bicicletas hasta Denia, imagino.
Y ahora sí, ya os podéis preocupar, porque después de tanta fiesta, nos viene la vuelta a otro incendio, el del día a día, de vuelta a culote largo y a la cronoescalada por el penal de Cordovilla donde también sueñan en alto y tal, pero yo qué queréis que os escriba por aquí, puestos a que se nos vaya la pinza prefiero el KOM en Rates, que cuando no lo conseguimos no nos hace falta pintar las estrellas de carmín, con ir un rato a Monreal lo solucionamos.
Nos fuimos como siempre, sin pensar en volver y nos vamos con la única esperanza que todo siga intacto durante este año. Un 2025 que sea tan chulo como el 2024 y nada más, donde celebremos la meta de la salida y donde no haga falta levantar los trofeos al cielo para ser felices.
Ahora aquí por Calpe, tenemos un par de donuts a modo de rosco de reyes y un incendio en alta mar que nos espera dentro de un rato para despedirnos por todo lo alto, así que como dijo la cebra Marti en Madagascar “mientras estemos juntos todo irá bien”.
Feliz 2025
Willow.
P.D.: Este apunte desde Pamplona sólo para comentar que conseguí el KOM en el famoso y duro “Cap Blanc” relegando al profesional Warren Barguil a la tercera posición, ¡toma ya!, y que esta mañana, me he llevado la copita de tercero en el segmento de correr “Quick Step training cup”. Así que ahora mismo Strava me parece una gran aplicación y celebro, por motivos obvios, que Iñaki Macías y Eneko Ayerdi estén lejos de Calpe.