Vamos a meterle un cambio de acera a las caderas de este blog venido a menos, un soplo joven, certero, genial y azul, como el sueño de las Libélulas de Mikel Erentxun, unas letras de Maria Muñoz que llevan grabado a fuego el sello de ”Arrastrass”, sobre el vuelo que nos llevó a los dos desde Pamplona a Salou bajo un cielo de mil estrellas, que es el mejor de los cielos para pedalear.
La fuga perfecta en la que no quieres que pase la noche, ni que llegue el amanecer, ni la tarde, porque cada momento es eterno y es tan bueno que prefieres no pensar en el final. Pero pasa, y pasa rápido y me imaginaba que iba a ser así, y que de vuelta de la fuga sólo iba a pensar en volver.
Fueron 13 horas de bicicleta y 400 kilómetros que cayeron como las notas de una canción para dos, con la ayuda de los Café Quijano, intentando robarle tiempo al tiempo para poder seguir un poco más en cualquier recta de los monegros, en una cafetería en Flix (con jamón por cierto) o muertos de calor por Miami Platja.
Gracias María, me voy con una sensación de fuga compartida, creo que durante un par de días no fui el ultrafondista venido a menos, conseguí volver a tu edad para ser el intento de ultrafondista que llegó de Bordeaux a Paris, con la felicidad que da el final incierto, celebrando cada kilómetro, celebrando todo, que es el mejor de los estados de cualquier ultrafondista, un “cuando éramos ayer” de libro. Gracias.
Para el temazo de hoy le vamos a meter “Intacto”, una cancíón en el tadmen de Quique Gonzalez y Mikel Erentxun, la idea del instante que logra sortear el tiempo y durar una eternidad, que fue sobre la que me centré durante todo el recorrido mientras Maria insistía en robarle tiempo al tiempo, que no es lo mismo pero es igual.
¡Ahora sí, os dejo con María, o Arrastrass…no sé, elegid vosotros!
PAMPLONA SALOU: CONQUISTADORES DE LO INÚTIL
Pedalear los 400kms entre Pamplona y Salou puede parecer una locura únicamente por el mero hecho de plantearlo. Pero hemos llegado, y hemos vuelto con las manos vacías y la sonrisa intacta sobre la que contaremos la historia.
Pedalear con el único objetivo de hacerlo. Buscar la libertad. Ver si en el fondo de las rectas interminables de la provincia de Zaragoza se asoman tus límites en alguna esquina.
Arrancamos en una noche en la que nos guiaban las estrellas después de haber dormido una mierda. Y hay que reconocer que salimos de Pamplona un poco perdidos, al menos para mi, que siempre se me hace largo el camino para empezar a rodar. Ponemos dirección Noáin, y al pasar por el aeropuerto, me doy cuenta que ya no queda otra, esta va a ser una etapa de altos vuelos.
La noche despejada nos muestra sus estrellas, aunque más que guiarnos por el firmamento, decido hacer caso a Willow e ir por donde él diga. También enchufo el Garmin -no vaya a ser-.
La tranquilidad nos acompaña en estas primeras horas, y así casi sin darnos cuenta, pasamos por Tafalla, dejamos a la izquierda el castillo iluminado de Olite, la recta de Ejea de los Caballeros, en la que un olor a humo inundaba la carretera, y no había cafeterías abiertas con bollos recién hechos.
Clarea el cielo que amenaza sin ponerse color rojizo amanecer, y cuando -casi- las esperanzas estaban perdidas, entre una recta, la siguiente y media subida, sale un sol rojo del ocaso que todavía no calienta. Qué plenitud. El amanecer es la recompensa de los madrugadores.
Y entre una hora del reloj y la siguiente, casi llegamos tarde a Tardienta. Y esque nosotros somos muy de café Quijano, intentando robarle tiempo al tiempo, ya sabes, cada día, cada noche, es un momento.
Pasa el tiempo y los kilómetros entre bollitos de leche y sándwiches sorpresa.
-Por la mañana, rodar-
Bien así, enumeraría todos los pueblos por los que hemos pasado, pero la verdad que soy muy mala con los nombres y no me acuerdo todavía si es Ballobar o Ballaibar, si Malais o Maials. Lo que está claro es que en Sena o en Sienna, la hija de Mikel Erentxun nos animaba a seguir -voy con Willow, qué esperabais? Que la banda sonora fuese otra?-
Avanzan y siguen pasando los kilómetros y en cada metro recorrido, la carretera se vuelve un campo de batalla natural contra uno mismo, en el que jugando entre los baches de la vida plena el tiempo transcurre -pero sin prisa-.
Por la tarde, rodar. Que suerte estar acompañada por un ídolo.
Pedalear como verbo con el fin de seguir haciéndolo. Y así pedaleando, que es gerundio, llegamos a Flix y al coll de Fatxes para vislumbrar nuestro objetivo final con la mirada de un niño al que se le va a acabar la fiesta. Ya se ve el mar.
Afrontamos los últimos kilómetros con la sonrisa de alguien que sabe que lo ha conseguido.
Conquistadores de lo inútil sobre dos ruedas. Para Willow quizá una más, para mi: la primera.
En fin, siempre me pasa que nunca sé cómo cerrar un texto, pero hoy prefiero no hacerlo, porque siempre nos quedará mañana, y la mañana de mañana.
Eternamente agradecida.
María.