“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

EL STRAVA LLEGA TARDE ¡MALDITA SEA!

Con la mierda esta del Strava estoy más saltarín encima de la bicicleta que Zugasti y me gusta. He vuelto a exprimir las horas del día dándole a los pedales y también a mirar los datos, los números de los que llevaba un par de años totalmente alejado, porque la vida de hombre bala había sido muy intensa y necesitaba una pausa, un respiro, como en la canción de Duncan Dhu “Cuando llegue el fin”.

Y así me ha ido, porque cuando dejas de mirar los números, uno como que se relaja, se olvida de la media, la series sólo en Netflix, y nada de disputar la etapas del Tour imaginario de un domingo cicloturista, no, ni siquiera las que acaban en alto, de las que era especialista, buff deja deja. Y el resto ya lo sabéis, que si ahora disfruto más y esas cosas… Porque esta felicidad caribeña que he llevado está muy bien, pero cuando vuelves a mirar los numéricos después de un entrenamiento te das cuenta que han cambiado y bastante.
La culpa de este cambio de acera de mis caderas la tiene mi hijo Miguel, que se empeñó en que registrara mis datos, imagino que dibujaba en su mente a su padre dibujando en Strava un Roncesvalles Santiago, o Toledo Almería lleno de Kudos o Kurdos o como se llame y aquello iba a molar. Y tiene razón, aunque ya voy tarde, como siempre.

Justo ahora que he dejado de dar vueltas a los países o atravesarlos, aparace el Strava en mi vida, para pintar la vuelta a Erro en vez de la vuelta a todo Austria. El Around y el Across que tanta vida me ha dado y que quedaron grabados en el blog y en mi memoria de disperso, pero nada más.

Porque entonces el mapa lo pintaba con los corredores del Villavés en la Escuela de Peritos de Villava y luego lo ponía en el salón de casa. Y esperábamos durante todo el año el momento del impacto, Porque por lo menos las primeras veces, esas largas kilometradas se convertían en un impacto, un sálvese quien pueda, y vuelta a la empezar con el labio partido.

Pero quizás mi hijo Miguel esté de suerte, porque el otro día me acordé que el bueno de Eduard Barceló, mi guapo preparador físico de entonces, me hizo grabar toda la Race Across América desde el Garmin, entera, desde Oceanside hasta Annapolis, los 4950 kilómetros y hasta el rodeo de 60 millas que hicimos por el desbordamiento del río Missisipi. Porque el hombre quería estudiar lo que pasa cuando uno se vuelve loco y cruza Estados Unidos en bici sin parar, que no es otra cosa que volver más loco todavía de lo que fue y más feliz, eso también y más pobre, mucho más pobre, pero eso ya es otra historia.

El caso es que el Garmin iba conmigo durante 12 horas más o menos y luego viajaba cargando la batería sin apagar en la furgoneta que me seguía de apoyo registrando la velocidad, y cuando estaba cargado, volvía a mi bicicleta, con lo que le devolvimos a Eduard el recorrido entero y mis pobres datos de pulso y potencia a medias, pero no pasa nada porque el Eduard los estimó, y estimó que aquello había sido la mayor barbaridad a la que se había enfrentado nunca como entrenador de deportes de larga distancia y también estimó que no se me ocurriera volver nunca más a repetir semejante viaje.

Pienso recuperarlo, si, cueste lo que cueste, estará por ahí, perdido en algún sitio, en la curva anterior a la estrellas, como en la “locura” de Mikel Erentxun, eso es, ese es un buen lugar para que esté ese recorrido y para irlo a buscar.

Y todo este rollo es para deciros que tengo Strava, la plataforma de la que he renunciado durante los últimos años como si no hubiera un mañana, y que ha venido para quedarse, como dijo hace años un jefe que tuvimos de mi compañera Isabel y de mí, y tenía razón, porque al final nos quedamos nosotros y se fue él, pero esto ya es otra historia, como la de volver más pobre de la RAAM, que tampoco viene a cuento.

Termino, estoy muy contento con Miguel, con su consejo del Strava y con la ilusión que le está poniendo a la bicicleta, a preparar la nueva temporada, cada vez va andando mejor, más rápido y se le ve feliz con sus compañeros del Cafenasa o con los cicloturistas del Tenis. Y a mí me encanta verle así. Me parece que ha elegido una buena forma de pasar la adolescencia.  Ojalá termine una carrera cuanto antes, se lo merece.

Ya veis, los Iriberris somos así, sencillicos, poca cosa, el año pasado celebramos que había llegado a la salida de las carreras por fin, y ahora estamos centrados en que llegue a la meta, que termine una carrera, que lo vamos a celebrar todos como si no hubiera un mañana.

¡Vamos Miguel, Vamoooooooossssss!

Willow