“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

RAAM I PARTE: LOS DESIERTOS SE CRUZAN EN NINGÚN LUGAR, NOS VEREMOS ALLÍ.

Nadie mejor que alguien que haya hecho la Race Across América puede ayudarte antes de la prueba. Vic Armigo, de prensa de la RAAM, te aconseja tener paciencia al principio a la vez que te dice que en la RAAM no llueve nunca. Lee Kreider, de Ohio RAAM Show, te cuenta que las rectas de Kansas son decisivas y Amy Snider, en su libro de "El infierno sobre ruedas", asegura que si llegas a los Apalaches lo tienes hecho. A la vez detalla cómo van perdiendo las fuerzas y a veces la cabeza los participantes al paso por los desiertos, los tres desiertos, que el de los Navajos no lo teníamos como desierto y Mikel Baráibar, en conexión Egipto-EEUU, nos lo recordó.

Pero nadie mejor que Julián Sanz para contarte la cruda realidad de la carrera y poner el foco del equipo en los peligros reales que entraña la RAAM. Porque él ha pasado por la carrera varias veces, ha llegado, se ha retirado y hasta se ha pimplado la carrera en 10 días y 4 horas. Un registro al alcance de muy pocos y de muy buenos, de ese grupo de ciclistas de ultrafondo que está por encima del resto, y si no mirad los resultados de estos últimos años.

Julián, que me conoce bien, sabe que mis carreras en la Copa del Mundo de Ultrafondo son una disputa con la carrera en sí misma y contra mis "limitaciones" como ciclista. Nada más. Sólo acabar, llegar, conquistar un nuevo kilometraje, punto.

¿No tenemos suficiente con los 4950 kilómetros, los 54000 metros de desnivel acumulado, los tres desiertos, los pasos a 3000 metros de altura, las rectas de Kansas, los Apalaches....para centrarnos en esto? ¿Y con todo esto, a quién se le ocurre mirar lo que hace el japonés, el alemán, el americano o los austriacos?

Dividimos la carrera en varias fases. La primera parte fue de "supervivencia", que tan bien definió Perdi, la de pasar los desiertos con la menor factura física posible. Y es que Julián hizo especial énfasis en esto y no estaba equivocado, no.

La realidad que nos encontramos aquella tarde al bajar el Ascensor de Cristal y caer al primer desierto, el de Borrego Springs, fue tal y como nos lo había contado. Era una carretera en medio de la arena, nada más. El pulso iba en zona 4 a 160 ppm, ya que el cuerpo estaba a pleno rendimiento para mantener la temperatura corporal, la velocidad entre 23 y 25 kms/h, una mierda, la temperatura 47 grados, el viento en contra te iba quemando a fuego lento.

Con todo eso teníamos que lidiar durante casi dos días. Dos desiertos, el de abajo y el de arriba que fue peor, todavía. Había que salir de Arizona, sin parar. "¡Sal cuanto antes de Arizona!", me había repetido Julián pocos días antes de la salida.

Salir de Oceanside, con su muelle, el muelle que tantas veces he visto en fotos, el muelle de Julián, de Strasser, de Baloh, de Preiz, de Zambroni, de Robic, de Santy Mozos, también de Santy Mozos en aquel viaje "solo ante el peligro" que hizo el año pasado, fue eterno, a tope de energía, a pleno sol. Pin pan pun, adelante, moviendo el plato grande, saludando, bien, fuerte, la RAAM por delante pero no pasa nada, no, casi nada....

Allí abajo, en el desierto, me entregué al equipo, la primera de muchas veces, y no llevábamos ni 200 km de carrera. El equipo. Ellos. La dureza de la RAAM aparecía por primera vez, el equipo estaba allí para neutralizar todos los peligros. Agua, litros y litros de agua fría, toallas y toallas de mojadas en hielo por el cuello permanentemente, el chaleco de frío. Un chaleco que sumergían en agua para que unos cuadraditos de una sustancia quimica reaccionaran al contancto del líquido quedando helados y bajando la temperatura corporal 10 grados, y durante 10 horas. Primer combate ganado.

En el desierto todo es lento porque salir de él sin ningún problema lo hace así. Cambios de culote cada media jornada, toneladas de Natusan, limpieza en seco de todo el cuerpo, protección solar cada nada, zapatillas, calcetines....me acordé del comienzo de Austria con la lluvia y sus cambios para secar la ropa. Lento.

El desierto es peor todavía, el sufrimiento es total. La sequedad te deja sin habla. La garganta seca. Si respiras mucho por la nariz para evitar que el polvo en suspensión te seque por dentro, las fosas nasales se resecan y comienzan a sangrar y así se van sucediendo los problemas como si de un duelo con el equipo de apoyo se tratara, problema / solución, otro problema/ otra solución. Batalla ganada.

La llegada a la TS de Congress (abrazo Pablo) fue tras 28 horas, ganar a los dos desiertos y zamparme una Big Mac mientra veía a dos coyotes dar caza a una liebre. Fue un gran momento para mí, no tanto para la liebre, claro. Y la primera parada para dormir.

Ya estábamos metidos de lleno en la RAAM. La previa de locos, las entrevistas, el viaje en avión, los últimos preparativos, las despedidas, los controles, reuniones, las llamadas inolvidables de la mañana previa a la salida...Todo había quedado atrás, estaba olvidado, ahora todo era la carrera. No había nada más.

Aquella la salida después de la primera parada me sentó de maravilla, ascender un buen puerto de noche, con buena música, los amigos detrás e ir dando alcance a corredores sienta bien a cualquiera, la temperatura era mucho más baja, rodábamos a casi 1000 metros, los ciervos salían por todos los lado a mirarnos, la vida era bella, por el momento.

Tranquilos, no iré etapa a etapa, no tengo los recuerdos tan claros ni vosotros la paciencia suficiente para leer así once días de carrera.

Tan solo deciros que la vida sigue sin sobresaltos, como si de una Paris Brest Paris se tratara. Estás en la RAAM pero todo es normal, calor normal, circulación normal, puertos más o menos normales. Hemos pasado el primer susto y parece que es cuestión de tiempo llegar a Kansas. Y no lo es.

Ante nosotros el tercer desierto, el de los Indios Navajos. No sé porqué pero desde que mi amiga Puy Trigueros me habló de los Indios Navajos tenía muchísimas ganas de pedalear por allí. Puy me había detallado la primera parte del recorrido como si hubiera corrido tres RAAM. A viajes le gana poca gente pero a compartirlos nadie.

Indios no vi ni uno, pero si unas formaciones de arena rojiza y un pueblo, Tuba City que nos sacó de la Paris Brest Paris para devolvernos otra vez a la RAAM. El Oeste de las películas, el Oeste más puro se abría ante nosotros.

El amanecer en el Monument Valley fue inolvidable, la llegada a Mexican Hat, Oeste total, tremenda por muchos motivos, pero todo se torció al final de ese día llegando al primer punto de corte en la TS de Durango (lo siento Miguel, pero fue una mierda de TS).

El corte lo pasamos por 6 horas, pero llegué con un bajonazo importante. Primera crisis RAAM, segunda prueba de fuego para el equipo.

Seré breve y además con esto daré carpetazo a la primera entrada. Al pequeño ultrafondista cuando le azota la crisis le azota pero bien, a lo bestia, como si se le cayera un meteorito encima. Llegué fundido a Durango, reunión de urgencia, yo no iba y veía que no podría cumplir con el resto de la carrera, quedaban 4000 kilómetros. ¿Cómo se gestiona una pájara cuando te quedan 4000 kilómetros por delante?

En mi caso fue llorar y entregarme al equipo, punto. El equipo me cambió el chip y la ropa por la camiseta de dormir. Se acabó pensar en Annapolis, iríamos día a día, habíamos dejado atrás Arizona y tocaba terminar de ascender las rocosas, nuestra TS preferida, Pagossa Springs y el Wolf Creek Pass de 3300 metros y un descenso hasta llegar a Kansas.

Las cosas tenían que ir mejor a partir de ahora.
¿Un poco largo? Venga, lo dejamos aquí, y en un par de entradas más estamos en Annapolis, ya veréis, que no es tanto, se pasa rápido, tened paciencia y avituallad bien, poco a poco, no tengáis prisa, disfrutad del viaje, lo importante es el camino...¡Perdón! ¡El equipo de apoyo! ¡En ocasiones, oigo sus voces!