“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

MIS 23.000 KILOMETROS Y LA FOTO QUE FALTA EN DEPORTE Y JUVENTUD.

Llegar a 400 kilómetros sobre la bici a la semana no es tarea fácil, por lo menos si no te llamas Joaquín Unzue, claro. Antes era pan comido, pero ahora ya se empieza a complicar bastante. Una cifra que me acompaña desde hace años, concretamente desde que dejé de ser hombre bala, como un objetivo que me impulsa a salir a rodar, aunque realmente soy tan feliz pedaleando, que lo realmente duro sería quedarme en el sofá haciéndome selfies al ombligo.

Así que en cierta manera quizás sea un cicloturista tipo, de los que tiene un objetivo a la vista, uno de esos que cree que su meta es de nivel mundial y en realidad no le importa a nadie. Como quien baja de las 6, 7 o 10 horas en la Quebrantahuesos o los que llegamos desde Pamplona a Santiago de Compostela sin parar, y qué decir del mundo PR de Strava. Somos conquistadores de lo inútil (un saludo María), pero nos da igual. La película viene de serie con el cicloturista y yo soy el más cicloturista de la historia, aunque sólo haya participado una vez en la QH.

El caso es que ando con esa cifra volando sobre mí toda la semana y todas las semanas, que no es lo mismo, pero es igual. Y pienso que, si la voy cumpliendo, a final de año, pasaré los 20.000 kilómetros acumulados, y entonces, todo el mundo celebrará mi éxito allá por el uno de enero, cuando últimamente, el año nuevo es más viejo cada año. Y si no lo celebran me iré con Cano al chinico a tomar unos cañones y punto, que Cano y yo celebramos la amistad una vez por semana, porque somos los mejores amigos de la historia, y eso no es una película.

Ya hemos tocado los 400 y los 20.000, la cosa va de números esta vez, así que vamos a poner por aquí otra cifra, los 28.000, que son los kilómetros que solía hacer en mis años de autodestrucción total y sin remedio sobre la bicicleta. En los que salía a mitad de noche para después juntarme con la salida cicloturista de turno y rematarme por la tarde dando la vuelta a Puente. Cuando los sábados los contábamos de 300 en 300 kilómetros. La eternidad al portador. ¡Éramos jóvenes e inconscientes!, como Laurent Fignon, y también éramos muy felices.

¡Venga, otro numerito más!, los 24.000, que son los que llegaron después, cuando Miguel empezaba a tontear con su bicicleta por la categoría cadete, e Iciar hacia lo mismo por las pistas de atletismo con la bandera del Pamplona Atlético, los dos en busca de un sueño, ya sabéis, y los dos cambiando mis kilómetros de bici por kilómetros de furgoneta, y los cicloturistas de turno por padres del equipo que ahora son amigos, y victorias llenas de épica en el puerto de Etxauri por el Tour de Francia de Murieta. Y volvemos a las películas, ya veis.

La vida avanza con el labio partido, nada nuevo en este blog, pero avanza y algunas veces avanza feliz, y aunque mis compañeros de café por el periódico aseguran que estamos en la cuesta abajo de la vida, yo estoy centrado en detener esta deriva, como si recorriendo los 20.000 kilómetros al año uno celebrara siempre la misma edad el día de su cumpleaños.

Y en este 2025, a las pequeñas inquietudes deportivas de Miguel e Iciar, le hemos metido un “más difícil todavía” de libro, porque le hemos sumado mi vuelta a la casilla de salida del Villavés, con sus maravillosos viajes a mil carreras llenos de cadetes y villancicos de Erentxun, de nervios y de ilusión, de palmeras de chocolate y cafés, y de carreras al amanecer sobre las zapatillas.

Esas salidas para correr con nuestros temazos de referencia a todo volumen, carreras tremendas que se asoman al balcón del Caballo Blanco con el sol saliendo detrás sobre el Valle de Aranguren, y que me dan muchísima vida y además nos regalan la última cifra del blog, los 900 kilometrazos al año de carrera tranquila y feliz.
Así que, con todo este despropósito de kilómetros y actividades sin sentido, creo que lejos de estar en la cuesta abajo de la vida, estoy retrocediendo, y vuelvo hacia arriba, hacia mi “prime”, todo “chill”, en plan “open mind” y tal. Y ahora, a mitad de diciembre, mi objetivo a nivel mundial que sólo me importa a mí, ya está conseguido, he pasado los 20.100 kilómetros y pinta que lo pueda dejar en los 23.000.

Si estás de acuerdo con que me merezco un recibimiento en el Gobierno de Navarra, hacer el saque de honor en el próximo Osasuna Barcelona y que le pongan mi nombre al arbolico del Archivo de Navarra, reenvía este blog de forma compulsiva, como si no hubiera un mañana, que se haga viral cagando leches, que en cualquier momento aparece Joaquín Unzue con sus 30.000 al año y se acabó la fiesta.

Y si todo esto te parece un peliculón de locos, quizás tengas razón, pero somos cicloturistas, ¿qué pasa?

Willow

P.D.: Por lo demás todo en orden, porque en nuestro ciclismo BASE seguimos poniendo alfombra roja a los papas más pros de nuestros ciclistas cadetes y junior, para que se vayan en busca de un tour de Francia, (porque estos adolescentes no van en busca de un sueño, ¡pobres!) a equipos de fuera de Navarra, de esos que se llaman “equipos de formación”. Los que ofrecen una bicicleta y un doble salto mortal y sin red, sin importarles ni la progresión, ni el castañazo del crío si su papa falla en su profesional predicción.

Equipos que ponen la mejor bici al adolescente que mejor prestaciones da sobre ella. Como si en un colegio dieran clases de refuerzo a los alumnos más aventajados y chupa chups al resto para que hicieran bulto alrededor. Una formación en valores de libro, está claro. Los valores que están haciendo que cada año el ciclismo navarro arranque la temporada perdiendo, por más que ganemos el campeonato de España o del Universo.

Porque perdemos si en cada categoría nos dejamos críos por el camino, PERDEMOS. Y lo dejo por aquí, porque la victoria tiene muchos padres y la derrota es huérfana, y así, quizás este pequeño anexo al blog pueda ser la foto que le falta a nuestro Instituto Navarro de Deporte y Juventud, por completar la colección de galardones y distinciones varias y explicarles un poco mejor, que hacer un ciclismo de triunfitos no es deporte base, ni juegos deportivos, ni nada. Es un desastre que va contra la esencia del deporte en la adolescencia, contra el propio deportista, sus familias y la gente que decida cada fin de semana a acompañarles sólo para ofrecerles en la bicicleta la opción perfecta que complemente su camino, y nada más.

En eso estamos centrados por el Villavés, y así vamos a seguir, y cuidado que tenemos cuerda para rato, acabamos de cumplir cincuenta palos y además ¡SOMOS ULTRAFONDISTAS!.