“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

CUATRO ROSAS

Jesús Caso, amigo y fotógrafo en el periódico, me dijo una vez que el tema de “Cuatro Rosas” de Gabinete Caligari no era una canción, era un himno.

Imagino a Jesús muy fan de los Gabinete, tanto como yo de los Duncan Dhu, digo tanto porque más no lo creo posible. Imagino que el tema le traerá un buen puñado de recuerdos y seguramente buenos para elevarlo a la categoría de himno. El guitarreo es bueno, como el que suena en “la sangre de tu tristeza” también de los Gabinete, muy ochenteros.

Ni soy crítico ni tengo criterio en cuanto a grupos musicales, ni quiero tenerlo, soy fan de Javier Escorzo y él ya tiene criterio por todos y además saca unos fotones increíbles. Sin embargo la música siempre viaja conmigo y con mi bicicleta, así que lleva de mi mano toda la vida.

Una banda sonora para cada aventura en la vida, unos acordes que te llevan a una carrera, a un sitio o a una situación malísima o inolvidablemente azul. Ahora que a la vuelta de la primera parte de la vida he descubierto el Spotify mis playlist son como la montaña Suiza de Monte Igeldo, pero la que falla de vez en cuando, la chula, la que no tiene cierre de seguridad.

La banda sonora de la película de la vida, que cambia según te va cambiando el panorama. Aquellos vikingos que cantaban “mi sueño es” en la película de Walt Disney “Enredados” me llevan a las Mil Millas de Italia en el año 2012, a esos entrenamientos nocturnos por el puerto de Marcalain, donde me cruzaba con mi amiga Arantxa que iba a trabajar bien pronto, justo nos saludábamos, ahora es una amiga de guardia.

Con la banda sonora de Gladiator voy directo a mi primer Camino de Santiago sin parar para tomar impulso. El disco Corazones de Mikel Erentxun puso la música de las primeras incursiones en la larga distancia de Mikel Baraibar. Luego le siguió “El hombre sin sombra” con las Libélulas bailando por aquel circuito aburrido de Eslovenia y todo termino con “El último vuelo del hombre bala” título que me vino de perlas para mi último artículo en el periódico, en el que después de correr en Suiza e Italia cerraba la etapa de las carreras.

Me encanta la frase “El último vuelo del hombre bala”. Sin saberlo he vivido en esa frase desde que decidí que la Bordeaux Paris del 2002 iba a ser mi última prueba, y cada año que pasaba al hombre bala le quedaba otro vuelo, el último, siempre el último y siempre venía otro después. Ahora los vuelos son sin dorsal, sin jueces árbitros ni la espada del fuera de control sobre la cabeza, quizás más lentos, pero son vuelos.

Con estas edades que nos vamos gastando, colecciono sobre los dos millones de canciones en mi cabeza, todas a golpe de un “click” en Spotify. Resulta que el otro día por el pico Veleta además de la Guibson de Mikel Erentxun, sonó Los Secretos, Ismael Serrano, Ganinete, muchísima Oreja de Van Gogh, Joaquín Sabina, Revolver, el grupo infantil Cantajuego, Los Platers, Loquillo y hasta Juan Luis Guerra.

Por cierto que aquello de “Dime si mastico el verde menta de tu voz o le pego un parcho al alma. Átame al pulgar derecho de tu corazón y dime como está mi amor en tu amor”, de la canción Frío Frío no hay por dónde cogerlo, valiente gilipollas este Juan Luis Guerra. Y no entiendo que pinta este tema subiendo conmigo hacia el Veleta, quizás tenga que ver con mi master en desengaños en mi tremenda adolescencia, no lo sé, ha pasado mucho tiempo, pero por ahí está.

Dentro de unos años, cuando esté en la segunda parte de la vida, coleccionando amaneceres y sin aire acondicionado en el coche, recordaré éste 2021 como el año del disco “Amigos de Guardia” de Mikel Erentxun, y sus acordes ochenteros actualizados me llevarán a mis carreras por las murallas de Pamplona, a los vuelos solidarios sobre la bicicleta, a las decepciones por el periódico, al año que no vi el amanecer desde la Peña de Unzué y a los helados de Nalia, que son los buenos, los de toda la vida, los que merecen la pena. Como los “ojos negros” de Duncan dhu, porque eso no es una canción, es un himno.

La noche es larga, mi voz amarga, hoy he visto despertar el sol.

Willow