“Darle la vuelta al cuerpo; blog de un ciclista de ultrafondo”

VIDÁNGOZ: ¡MIL CALLES LLEVAN HACIA TI!

Creo que alguna vez ya os he hablado de Vidángoz, un pueblo en el Pirineo navarro roncalés donde pasábamos algunos días en verano y donde sonaba “La guardia”, “Los Pitufos”, los Platers de mi padre y la orquesta de “Bert Kaempfert” de mis tíos a todo trapo, bueno y Duncan Dhu, imagino.

Vidángoz era montaña y bicicleta. Allí viví mis primeras salidas por la carretera con la Marotías de mi padre. Poca circulación y el puerto de Igal que era mi pequeño Tourmalet de tres kilómetros que salía desde el mismo pueblo y que yo subía de forma compulsiva. Si queríamos más llano, nos íbamos a Burgui, en contrarreloj individual, ida y vuelta, a tope, imagino, como todo lo que se hace a esa edad.

Conforme fuimos cumpliendo años, nos íbamos alejando cada vez más del pueblo. Me acuerdo que mis hermanos Martín y Miguel (Miguelín para el mundo escolar) iban desde Pamplona en bici. A mí me dejaban ir desde Güesa. Tampoco me daban mucha envidia, por aquel entonces me gustaba subir y además todavía no era ultrafondista.

Vidángoz tiene una peña a la entrada, la Pichorronga, hace las veces de puerta e impide que se vea el pueblo. Desde allí baja cada agosto la bruja para dar comienzo a las fiestas. Nunca conseguí subir montado en bici por el camino empedrado hasta arriba. Tendré que intentarlo otra vez. Ahora que ya soy ultrafondista estará chupado.

El domingo salí de Pamplona sobre las 8.30 horas y en 5 horas y 25 minutos me había pimplado los 170 kilómetros que van de Pamplona a Vidángoz por el puerto de Loiti, Iso, Las Coronas e Igal, y vuelta con 2080 metros de desnivel acumulado.
Me ha dado tiempo a parar un poco en Vidángoz, claro, a tomar un Nestea en el bar de la plaza del pueblo, mandarle una fotillo a mi prima María José. Además he podido recordar veranos con los primos Artuch y en familia, inviernos con el Villavés y las bicis de monte, con Miguel Grávalos y un alevín Mikel Baráibar que se lo llevaba el viento de Santa Bárbara y “La Guardia” a todo trapo en el tocadiscos.

He vuelto a subir el alto de Igal a toda mecha. Esta vez no llevaba la Contini de acero roja y no sé si por la Tarmac o porque llevo unos cuantos kílómetros más que aquel crío de 12 años, el puerto se me ha hecho mucho más llevadero, esprint en el alto incluido.

Estos días están siendo buenos pero también duros. A las series de potencia en zonas bastante complicadas, se le suma el dato del TSS semanal, que tenemos que alcanzar si queremos llegar bien a la Race Across Italy (como reza cada comentario de Eduard en el Training Peaks). Y en esas estamos Irache y yo. Yo porque me he empeñado en hacerlo y la pobre Irache que se traga toda la evolución del dato semanal pero día a día.

Y es que hay semanas que como uno falle algún entreno por tiempo, o porque no está descansado del día anterior para realizarlo en su totalidad, llega el fin de semana y tienes que hacer lo que toca y más para recuperar TSS como sea.

El maldito TSS viene a ser como el estrés del entrenamiento, el grado de calidad que ha tenido. Viene dado por el dato de potencia y el tiempo fundamentalmente. Y si no trabajas con potenciómetro lo dictará el pulso. En mi caso la potencia y el tiempo.

Y está siendo duro y gratificante a partes iguales. Me enfado cuando no llego y me esfuerzo sobre manera, como ningún año y me vengo arriba cuando llego.

Esta última parte de la semana he tenido que espabilar y he hecho tres entrenamientos buenos. Con muchos puertos y mucho desnivel, que es un poco lo que nos vamos a encontrar en Italia. Y por encima de 30 km/h de media. Por eso el domingo me fui a los 170 kilómetros y sin mirar mucho el paisaje pero sin dar mucha pena por la carretera.

Estoy contento, aunque un poco mosqueado con el Test de FTP, que ya lo dejaremos para otro día hoy con el TSS ya tenemos suficiente, que nunca me sale como creo que me debe salir y no me gusta. Pero bueno, creo que vamos por buen camino y que todavía tengo que mejorar. Hay tiempo.

Ayer brillaba el sol en Vidángoz.